Bienestar espacial
Los últimos dos años han sido particularmente complejos para la mayoría de los chilenos. La crisis social unida a la crisis sanitaria creó una tormenta perfecta que no ha dado tregua y que ha causado estragos en la economía. Por lo mismo, no es de extrañar que las pymes fueran protagonistas en los discursos de las más diversas candidaturas que desfilaron el último año. Y es que los números no son tan fríos como se suele decir: detrás de los números hay empresas, y detrás de las empresas hay familias.
Ahora bien, la relación entre economía y bienestar que orienta a la responsabilidad fiscal en la toma de decisiones a nivel nacional es tan marcada como la que existe entre trabajo y salud mental en el plano doméstico. Así, un sondeo realizado en agosto de 2021 por la Asociación Chilena de Seguridad y la Universidad Católica (“Termómetro de la salud mental: tercera ronda”) evidenció que entre los grupos con salud mental menos afectada estaban los trabajadores con contrato indefinido, las personas con trabajo presencial y aquellas con deudas abordables o sin deudas.
En esta misma línea, la última Encuesta de Calidad de Vida de Fundación P!ensa nos aporta datos interesantes que dan cuenta de la correlación entre bienestar laboral y personal en algunas comunas. De acuerdo a sus resultados, y como ha sido la tónica de las últimas versiones, Valparaíso ocupa el último lugar en ambos indicadores. Sin embargo, quizás lo más novedoso se aprecia en el contraste entre las comunas de Viña del Mar y San Felipe.
La percepción de los viñamarinos en torno a estas dimensiones va en declive. Es más, esta ciudad es la que presenta el retroceso más pronunciado en la suma de todos los indicadores de bienestar individual (situación económica, salud física, salud mental y libertad para elegir las cosas importantes de la vida), bajando del segundo al penúltimo puesto de la tabla. Lo mismo ocurre respecto a la evaluación de las condiciones laborales, donde nuevamente la ciudad jardín se ubica en el penúltimo lugar, presentando nuevamente la disminución más importante en relación al año anterior (de 707 a 629 puntos).
Por su parte, San Felipe escaló al primer puesto en el índice de bienestar individual, con un aumento de 64 puntos respecto al año anterior (611 a 675). Asimismo, dicha comuna sube de 671 a 734 puntos en el apartado de condiciones laborales, pasando del último al tercer lugar del ranking.
¿Qué podría explicar esta divergencia tan notoria en la percepción ciudadana de estas ciudades? Resulta aventurado sugerir una explicación monocausal a un asunto tan complejo. Sin embargo, al margen de la correlación entre satisfacción laboral e individual, es probable que este fenómeno tenga una explicación urbana que se ha exacerbado a raíz de la pandemia. De hecho, al consultarles a los habitantes de la región qué tan felices están en una escala del 1 al 5 (donde 1 es “muy infeliz”, 4 “feliz” y 5 “muy feliz”), el número de encuestados que respondió 4 y 5 disminuyó significativamente en todas las ciudades que integran el área metropolitana del Gran Valparaíso (Valparaíso, Viña del Mar, Quilpué, Villa Alemana y Concón), mientras que en el resto de las comunas analizadas (salvo La Ligua, que presenta una disminución que no es significativa) aumentó.
Así las cosas, y en el marco de discusiones públicas que, por lo general, tienden a promover políticas espacialmente ciegas destinadas al bienestar individual, quizás la enseñanza más importante de estos instrumentos sea precisamente constatar esta falencia, vale decir, que sin la variable territorial el puzle nunca estará completo.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso