Chile y sus divergencias

Chile y sus divergencias

A mediados de noviembre conocimos el dato del PIB del tercer trimestre en Chile que nos sorprendió a todos con un crecimiento sobre lo esperado de 0.6% anual. En lo más reciente, el Banco Central publicó los datos regionales, permitiendo dilucidar de dónde vienen esas magras cifras.

Los datos nos dejan entrever que la divergencia es sustantiva; cinco de las dieciséis regiones no lograron crecer en doce meses, entre ellas tres zonas extremas: Arica y Parinacota, Aysén y Magallanes. Las primeras dos, además, se caracterizan por su pequeño aparato productivo, siendo las de menor PIB. Por el contrario, regiones donde predomina la actividad minera como Antofagasta y Atacama crecieron del orden de un 5,3% y 9,0% respectivamente, ampliándose aún más la brecha con regiones más pobres.

Chile es un país desigual y las cifras económicas lo evidencian. La región de Valparaíso anotó una insignificante expansión de 0,3%, luego de tres trimestres consecutivos cayendo, siendo salvados por la minería. Por su parte, los servicios, que representan más de la mitad del producto regional, se contraen nuevamente (-0,8%) y vuelven a desacoplarse del comportamiento nacional. En Chile, el sector mostró un crecimiento económico de 0,9% anual, mientras que en Biobío se expandieron un 3,1% y en la Región Metropolitana mostraron una leve contracción de 0,1%. En resumen, el Gran Valparaíso tiene el área metropolitana con peor rendimiento en servicios de las tres regiones más pobladas.

El sector de los servicios ha sido una de las causas de por qué la inflación se ha demorado tanto en bajar en Chile y en el resto del mundo, asociado en parte a una especie de “consumo de revancha” que se ha venido observando posterior a la pandemia. Y es que, a pesar de los menores ahorros de la gente, se sigue gastando en aquello que no se le permitió durante los confinamientos. El turismo es uno de esos gastos, y coincide con ser una importante fuente de empleo durante la temporada estival en la quinta región. De hecho, en Valparaíso más de la mitad de los ocupados trabajan en el sector servicios, destacando transporte y turismo.

Pareciera que hay un factor externo que podría relacionarse con que la actividad económica de la región reme en contra de la marea y el futuro que se avizore no sea tan prometedor: el aumento desmedido de la delincuencia. La Fundación P!ensa ha ido mostrado, con datos de la Subsecretaría de Prevención del Delito, que los delitos de mayor connotación social aumentaron en un 12% en las 15 comunas costeras de la región, comparando los meses entre enero y septiembre de este año con 2022.

¿Qué se puede hacer al respecto? Un sinnúmero de cosas, partiendo por una mayor presencia policial en puntos estratégicos de la ciudad. Ahora bien, a mediano plazo se debiera sumar una agenda más potente en materia de descentralización fiscal que permita a las municipalidades y al gobierno regional una mayor flexibilidad a la hora de asignar sus presupuestos, con los respectivos mecanismos de control, por cierto. Suponiendo que nuestras autoridades locales tienen las prioridades claras, el financiamiento de políticas de prevención del delito y fomento de la actividades productivas relacionadas a servicios serán clave para equiparar la cancha con el resto del país.


Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso