Comercio en fuga
El panorama en Valparaíso es desolador. A los homicidios y los robos -que ahora incluso tiene como víctima al mismo alcalde de la comuna – se suma el aumento en el éxodo de empresas, lo cual sólo brinda malos augurios para el tejido económico y social de la ciudad.
Para ilustrar, en el último tiempo compañías como Esval, Agunsa, Emporio la Rosa, Beer House y el estudio de abogados Urenda han optado por irse a Viña del Mar o dejar de operar. Algo en común es que todas estas compañías se asocian a servicios, los cuales requieren de ambientes seguros y del flujo de público para operar óptimamente.
Dicho lo anterior, cabe preguntarnos por los fundamentos del abandono de la comuna y por qué no da señales de revertirse. Ante ello, considero que hay dos fundamentos a considerar: uno relacionado a la seguridad y otro vinculado a la dependencia económica entre empresas pequeñas con aquellas de mayor tamaño que se han ido.
Por un lado, la creciente inseguridad en la ciudad Puerto ha disminuido su atractivo, no sólo como lugar para vivir, sino también para trabajar. Un ejemplo contundente se encuentra en el estudio de vacancia comercial que realizamos el año pasado en Fundación P!ensa. En éste, los locatarios destacaban la delincuencia y las protestas del estallido social como las principales barreras de operación. Un dato alarmante proviene del sector Puerto: el 94% de los encuestados afirmó haber presenciado un delito y el 69% manifestó haber sido víctima de uno en los últimos seis meses. Hechos como estos, probablemente, motiven a que empresas de gran envergadura, como Esval y Agunsa, opten por trasladarse para no estar expuestas ellas o sus trabajadores a los efectos de la delincuencia.
Por otro lado, también existen razones económicas que sustentan este efecto. Las ciudades no sólo facilitan economías de escala y mayor productividad, sino también el intercambio de conocimientos y clientes. Ante ello, muchas empresas de servicios eligen ubicarse cerca de clústeres específicos con el objetivo de maximizar su exposición y conexión de negocios. Así las cosas, si empresas relevantes como Esval y algunas portuarias deciden marcharse, es lógico esperar que profesionales como contadores, ingenieros y abogados -entre otros- también lo hagan. Y es que estas empresas no sólo enfrentan el costo asociado a la inseguridad, sino también el de estar más distantes de sus clientes, situación que les impacta directamente en su éxito económico.
Lo anterior deja pendiente la interrogante de por qué algunas empresas deciden trasladarse a Viña del Mar si ésta también ha experimentado problemas similares en su centro, el cual ha sido escenario de asaltos y crímenes varios. En este caso, los patrones de movilidad muestran una convergencia de los viajes desde otras comunas hacia la ciudad jardín, lo que, unido a su mayor densidad comercial, hacen que esta sea la capital regional de facto debido a su fuerza centrípeta. Es decir, Viña del Mar tiene mayores ventajas de localización actualmente y eso la hace una mejor alternativa, lo cual percola en la depreciación acelerada que vive Valparaíso al no tener un plan que las integre –como debería ser en una conurbación–.
El comercio sigue fugándose, lo cual es el resultado de la mala administración y el abandono que vive actualmente. Si no se toman medidas, como un mayor control policial y la reactivación de sus espacios públicos, Valparaíso será un nuevo ejemplo de cómo las malas decisiones y la falta de orden público dinamitan a una ciudad que tiene todas las ventajas naturales para ser próspera.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso