Desmitificando la participación por más participación

Desmitificando la participación por más participación

En Chile la idea de aumentar la participación de las personas a partir de mecanismos de democracia directa toma cada vez más fuerza. Y es que la inclusión de la ciudadanía o, mejor dicho, la canalización de las demandas ciudadanas en mecanismos participativos es algo vital para la salud de las democracias actuales. Sin perjuicio de lo anterior, hay veces en que estos mecanismos se idealizan o son mal entendidos ya que se presentan como una solución mágica a los problemas de las democracias representativas e, incluso, se utilizan sus resultados para deslegitimar una decisión de los representantes. Por lo mismo, parece necesario preguntarse: ¿qué pueden y qué no pueden hacer estos mecanismos?

Por una parte, la participación ciudadana nos puede servir para legitimar ciertas decisiones políticas, tal como ocurre con los plebiscitos. Asimismo, nos pueden servir para incorporar distintas voces al debate público tanto a nivel local como nacional y mejorar la comunicación entre representantes y representados, como muestra la iniciativa Connecting to Congress de Estados Unidos. Y también nos pueden servir para que las personas generen propuestas de ley, como la idea aplicada anteriormente en Chile de “Lxs 400″, o fomentar iniciativas locales en torno a la planificación urbana, como los Shimin Tougikai en Japón.

Todos estos mecanismos comparten la finalidad de responder una deficiencia específica del sistema democrático. Así, la participación de las personas se entiende como un complemento y no como un reemplazo de la democracia representativa, aumentando el poder de los ciudadanos en el proceso de toma de decisiones. En otras palabras, los mecanismos participativos permiten que las personas evalúen y, en algunos casos, asesoren las decisiones políticas de sus representantes.

Dicho lo anterior, es bueno reiterar que estos mecanismos no nos sacarán de la crisis en la que nos encontramos. De hecho, cuando estos son mal entendidos se pueden utilizar precisamente para impulsar discursos que escapan de su objetivo original, socavando el componente representativo de la democracia. Basta con ver las dos críticas al proceso actual que constantemente aparecieron en redes sociales: “que los chilenos rechazaron la idea de una nueva Constitución el 4 de septiembre” o “que el actual proceso es ilegítimo porque la idea de una comisión mixta fue rechazada hace 3 años”. Esta retórica no solo busca socavar la capacidad del representante para tomar decisiones, sino que también impulsa una agenda que instrumentaliza el mecanismo participativo, reduciendo al ciudadano a un sujeto que nunca cambia de opinión en el tiempo.

Esta forma de comprender los mecanismos es peligrosa y escapa completamente de su objetivo primario, que es mejorar nuestra democracia. La participación de los ciudadanos es necesaria en una sociedad plural y en constante cambio como la nuestra, ya que nos permite acercar la toma de decisiones a las personas y mejorar los procesos representativos. Pero, no hay que perder de vista que, al final del día, los representantes son necesarios.

Columna publicada en La Tercera