Edificio ex Bolsa: una luz en Valparaíso

Edificio ex Bolsa: una luz en Valparaíso

La reciente recuperación del imponente edificio de la ex Bolsa de Valores de Valparaíso es, más allá de la performance del fin de semana, una luz en el momento actual que vive Valparaíso
La decisión de la Universidad Santa María de comprar la hermosa edificación y de invertir en ella ha sido celebrada como un aporte a la Ciudad Puerto y como expresión de un porfiado compromiso con su alicaído patrimonio. Y lo ha sido por muy buenas razones. Que sea celebrado no obedece, sin embargo, a que su puesta en valor se sume a un concierto de iniciativas tendientes a la revitalización de la ciudad, sino por el contrario -esa es la ironía- a que es un proyecto que brilla por su soledad. Es cierto que en el cerro Alegre se abrirá prontamente el Museo del Grabado y que el Parque Barón debería avanzar, aunque ralentizado por el hallazgo de vestigios arqueológicos. Con todo, estos casos se ubican fuera de la zona que más deterioro ha sufrido en los últimos años: el plan de Valparaíso, especialmente la parte baja del área declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Un ejemplo elocuente de lo anterior es el Bar Inglés, que se cayó a pedazos y que sigue ahí como una ruina representativa del estado general de la ciudad. Así, la ex Bolsa de Valores se convierte en uno de los pocos inmuebles históricos, probablemente junto con el edificio Duo en Errázuriz y los edificios de la Armada, que mantienen un buen estado de conservación y que, pese al inminente riesgo de vandalización, invierten en su conservación. La regla en cambio -en el Valparaíso de hoy- son los barrios devastados por el deterioro y lo que el urbanista Pablo Allard llama “violencia visual”.

En la decadencia de Valparaíso ciertamente incidieron factores externos imprevistos, como el estallido social de 2019 y después la pandemia. Sin perjuicio de lo anterior, la irresponsabilidad política y la falta de visión de los tomadores de decisión han sido factores fundamentales en este camino a la decadencia. Visto desde una perspectiva general, ni el estado central -salvo algún intento en las administraciones Lagos y Piñera- ni los gobiernos regionales están exentos de responsabilidades políticas. Especial responsabilidad recae, con todo, en las administraciones municipales. 

Desde la administración del alcalde Pinto hasta la presente administración comunal se constata el predominio -algunas veces más otras menos- de la corrupción, la negligencia y la política de trinchera ideológica. Valparaíso es una ciudad pobre, se argumenta. Pero han sido los mismos alcaldes quienes han ahuyentado la inversión, han hecho del municipio una caja pagadera de favores personales o políticos, o simplemente han puesto intereses personales antes que el bien común como prioridad. 

Ejemplo de lo anterior es que la conservación cotidiana del cerro Concepción, como la limpieza de basura residual del carrete y de rayados de fin de semana, ha quedado en manos de actores de la sociedad civil -la Junta de Vecinos-, sin apoyo por parte de entes estatales y de la municipalidad. Mientras continúe esta dinámica, parece imposible revertir el círculo vicioso de la decadencia y reemplazarlo por un círculo virtuoso que haga de Valparaíso una ciudad atractiva para vivir e invertir. 

Quizás valdría la pena mirar ciudades europeas donde el apoyo a la gestión local refuerza el accountability y la participación de la sociedad para que la solución sea sostenible a largo plazo. Mientras tanto, la constatación empírica es la de un plan de Valparaíso despoblado y altamente deteriorado, reflejo indesmentible de una ciudad empobrecida y sin dinamismo económico. Por eso es que el renovado edificio de la ex Bolsa de Comercio es, por ahora, un faro que brilla -casi- en solitario.

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso