El impacto de las autoridades
Las buenas o malas decisiones de las autoridades nacionales y locales (incluyendo las que no se toman) impactan en el día a día de los ciudadanos. Esto, que para muchos de nosotros es una obviedad, la verdad es que no es del todo evidente. En reiteradas ocasiones hemos apreciado una suerte de dicotomía entre el creciente malestar político y la sensación de que, al menos a nivel individual, la cosa va relativamente bien. Una paradoja que ha sido recordada por distintos analistas en los últimos años, y que suele traducirse en lo siguiente: parecemos disconformes con la casa ajena (lo público), pero más bien satisfechos con la casa propia (lo privado).
Sin embargo, la reciente entrega de la ya tradicional Encuesta de Calidad de Vida de Piensa y Caja 18, nos muestra que, tarde o temprano, el declive de la ciudad y de lo público sí que puede afectar nuestro desarrollo familiar e individual.
Desde ya hace bastante tiempo hemos venido advirtiendo que nuestra región enfrenta desafíos bastante identificables, que hacen imposible la vida en comunidad y el aprovechamiento de sus ciudades. Hablamos de graves inconvenientes con el equipamiento urbano (limpieza, rayados, perros vagos, entre otros), de un transporte público que se percibe como extremadamente deficiente, de servicios de salud que no dan abasto y de una creciente sensación de inseguridad que hoy alcanza niveles históricamente bajos. El problema adicional es que ya no solo hablamos de problemas públicos, sino que también de la sensación de que, a nivel individual, también estamos teniendo dificultades adicionales.
En esa lógica, los resultados de la última versión de este estudio (recientemente publicado) evidencian que el indicador de satisfacción con la vida es el que presentó un mayor retroceso durante el 2022, seguido por seguridad pública.
A nivel comunal, el declive de Valparaíso y Viña del Mar se acentúa, pero llama especialmente la atención la situación de San Antonio, que de la medianía de la tabla baja al penúltimo lugar en el índice general de calidad de vida, calculado en consideración con todas las dimensiones observadas. En la última encuesta política de P!ensa apreciamos cómo los habitantes de ambas zonas puerto se mostraban insatisfechos con la labor de sus autoridades locales. Hoy vemos que esas deficientes evaluaciones se correlacionan con los peores índices de calidad de vida de la región.
Lo único que queda es tomar en serio esta información entregada y actuar en correspondencia. La encuesta que hoy se presenta no solo tiene la aspiración de ser un instrumento de control democrático, sino que también de iluminar con datos de calidad algunos de los desafíos que enfrentamos a nivel local. Una oportunidad que esperamos que no se desaproveche.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso