Enseñanzas de una farra histórica

Enseñanzas de una farra histórica
View of the interior of the National Congress headquarters in Santiago which will house 155 constituents who will draft the new Constitution, in Santiago 30 June 2021. - The assembly will be installed on July 4. (Photo by JAVIER TORRES / AFP)

“Luego del acuerdo del 15 de noviembre, algunas voces sugerían interpretar el momento constituyente que se nos avecinaba como un verdadero proceso terapéutico. Eran tantas, las heridas, tantas las divisiones, que de alguna u otra forma debíamos hacer el esfuerzo de juntarnos, mirarnos y colaborar.

Era un discurso con algo de predominancia, que a muchos interpretó. Lo que vino, sin embargo, hoy sabemos con certeza que estuvo lejos de eso. En ese sentido (y en muchos otros sentidos también), la Convención Constitucional representó una farra histórica. Los discursos con los que comenzamos el día de ayer se pueden interpretar desde esa lógica.

Expresidentes, actuales ministros e incluso el actual mandatario reconociendo el desafío que, pasara lo que pasara, teníamos al frente: unirnos, reconocernos y empujar un (nuevo) camino en conjunto. El mismo desafío que la Convención no supo asumir.

Entonces, el contundente rechazo que tuvo la propuesta constitucional nos deja varias lecciones. Primero, que no habrá progreso social sin inclusión de todos y cada uno. Esta “obviedad” deberíamos tatuarla como una suerte de mantra.

¿Por qué? Porque en política las historias las suelen narrar los ganadores, lo que da espacio para discursos simplones que han sido incapaces de capturar las complejidades que enfrentamos. Hasta ahora, cada proceso eleccionario ha funcionado de manera bien similar a un “”borrón y cuenta nueva””, donde la mesura y responsabilidad quedan relegadas.

Lo anterior nos lleva necesariamente a un segundo aprendizaje: no habrá progreso social sin humildad. En estos últimos años se han cometido errores importantes, pero, más que eso, lo que llama profundamente la atención es la completa incapacidad para reconocerlos como propios. Las recientes entrevistas a Jaime Bassa, otrora vicepresidente de la Convención fallida, son una clara manifestación de este problema. Si seguimos pensando que fueron los “”poderes fácticos”” los que terminaron por dividir a Chile, difícilmente llegaremos a buen puerto. Quienes lideren los procesos que ahora se abren deberán reconocer que esa autocomplacencia admitida (a veces) en política, se vuelve derechamente improcedente cuando hablamos de un trabajo profundo que pretende realizar un cambio de paradigma.

Y el tercer aprendizaje ya parece estar haciéndose carne en distintos entornos: no habrá progreso social con violencia. Esta lección tiene, por cierto, distintas aristas. Por un lado, una ligada esencialmente al “”octubrismo””, el cual, a mi juicio, debería ser desafiado por sus propios defensores. Y por “octubrismo”” no me refiero a las cerca de 2 millones de personas que salieron a las calles a reclamar por mayor justicia y dignidad, sino a aquellos que una y otra vez cedieron ante la destrucción y el grito. A ese egoísmo vulgar de los que se acostumbraron rápidamente a pasar por encima del resto. A esos que poco o nada les interesa la comunidad que podamos generar, que solo piensan en ellos. Pero, por otro lado, también me refiero a la intransigencia. A quienes renegaron sistemáticamente del diálogo en pos de atrincherarse en los insultos y la falta de respeto.

Lo que se nos viene no será menos difícil que lo ya vivido. Se deberá continuar un proceso con una ciudadanía menos interesada y optimista que hace un año-como lo demuestran los datos de la Encuesta de Piensa dada a conocer hace pocas semanas-. Por lo mismo, desde hoy deberemos ser capaces de sentarnos a la mesa con el aprendizaje asumido. Como varios han hecho notar, nunca nadie ha muerto por empezar de nuevo. Menos por empezar mejor.”

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso