Entre banderas y arbolitos
“Son las 23:15 horas del domingo y con un 93% de las mesas escrutadas ya sabemos los resultados de la elección presidencial. Esta vez las encuestas sí acertaron. Tendremos, en definitiva, una segunda vuelta entre Gabriel Boric y José Antonio Kast, dos candidaturas que representan los extremos opuestos del arco político.
Si algún atrevido hubiese apostado hace tres años por este resultado seguramente habría sacado un par de risas. Y esas risas habrían sido carcajadas si el mismo apostador hubiese sugerido que en tercer lugar saldría un candidato domiciliado en Estados Unidos, con arraigo nacional por no pago de pensión alimenticia, que obtendría casi un 13% del total de votos en nombre de un bloque que se llamaría “Partido de la gente”, el segundo con más afiliados del país.
Pero, ha sido tal el cambio de paradigma, que lo inesperado se ha convertido en la regla general. De hecho, nuestro personaje ficticio -el que sacaba risas y carcajadas- ahora representa a gran parte del electorado chileno, y es quien puede ofrecer una risa burlona a los que denuncian el peligro que encarna el choque de las dos candidaturas en disputa.
El reconocido filósofo italiano, Norberto Bobbio, decía que, desde el punto de vista más particular de la filosofía histórica, el extremismo, cualquiera que sea el fin prefigurado, es “catastrófico” porque interpreta la historia mediante saltos cualitativos, por rupturas a las que la inteligencia y la acción humana no son ajenas; y que los extremos se invierten el uno al otro puesto que de la “catástrofe revolucionaria” surge la “catástrofe contrarrevolucionaria”. ¿No es acaso esto lo que representa el resultado de ayer? ¿La revolución de octubre representada en Boric seguida de la contrarrevolución del orden encarnado por Kast?
Probablemente, uno de los grandes errores de la izquierda haya sido confundir la moderación política con la virtud en un sentido aristotélico -aquella que se encuentra en el justo medio, como el valiente que está a medio camino entre el miedoso y el temerario-. Así, han perdido de vista que los extremistas políticos pueden ser virtuosos, del mismo modo en que los viciosos pueden ser, a su vez, políticos moderados. A Boric se le reconoce su templanza, empatía y habilidades como orador, pero ello no quita que podamos calificar de extremista su propuesta de indultar a quienes queman iglesias y locales comerciales, por nombrar tan solo un ejemplo.
La primera vuelta dejó un margen de preferencia mínimo entre los extremos y denota una fractura social que presagia un horizonte de gobernabilidad complejo para cualquier ganador. En este contexto, ambos candidatos deberán apuntar al centro político para intentar rescatar votos de un mar de huérfanos, ese que mira con estupor la vuelta del péndulo en medio de ataques cruzados en redes sociales por parte de personas que acompañan su nombre con una bandera o un arbolito.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso