La ciudad y el diálogo

La ciudad y el diálogo

Como bien sabemos, muchos territorios deben lidiar con el “oscurantismo” en términos de información, lo que lleva a sus autoridades a asumir discursos vagos y narrativas demagógicas que se alejan de las (desconocidas) prioridades ciudadanas. En nuestro contexto sociopolítico, la ausencia de datos no es un problema insignificante, pues hace incluso más difícil la tarea de conectar con aquellos habitantes que se sienten alejados y abandonados por la institucionalidad.

Desde el año 2014, la Fundación P!ensa y la Caja18 desarrollan la Encuesta de Calidad de Vida (ECV), la cual pretende rescatar las percepciones ciudadanas de los habitantes de las 10 comunas más populosas de la región de Valparaíso. Se consideran 8 dimensiones que conforman un índice general, el cual presentamos el día de hoy. Siendo ejecutado por la empresa global IPSOS, la versión 2021 de este estudio consideró un trabajo de campo entre los meses de octubre y diciembre del año recién finalizado. Se trataba de un contexto particular: plena campaña electoral, con una pandemia (hasta allí) más o menos controlada, con problemas políticos que comenzaban a sentirse con fuerza (como la inflación y el desempleo) y con una renovación en gran parte de las autoridades locales. Ese es el contexto en que deben ser leídos los resultados, los que, por cierto, dejan espacio a la sana interpretación.

A nivel territorial, la ECV nos muestra que existen ciertas tendencias que parece consolidarse. Mirando el vaso medio vacío, observamos una comuna de Valparaíso que se consolida en el último lugar, siendo una vez más considerada por sus habitantes como la ciudad con peor calidad de vida. Mirando el vaso medio lleno, encontramos a la ciudad de Concón, que se mantiene por segundo año consecutivo en el primer lugar.

A nivel temático, los resultados sugieren una muy dura realidad. Como se observa, el equipamiento urbano se percibe, un año más, como la dimensión peor evaluada de la región. Hablamos del estado de las señaléticas, de la luminaria pública, del comercio ambulante, de los rayados y del estado de los paraderos. Es decir, de una serie de aspectos directamente relacionados con el espacio común, con aquellos lugares en donde nos encontramos y nos desarrollamos como sociedad. Los resultados son difíciles de asimilar, especialmente cuando enfrentamos desafíos políticos que nos invitan al diálogo y al acuerdo. ¿Es posible construir consensos en territorios que han sido despojados de su espíritu por la violencia y el vandalismo? ¿Es posible hablar del respeto en lugares abandonados y poco cuidados que expulsan a quienes quieren (o queremos) vivirlos?

El diálogo no solo se promueve en un congreso o en una convención, sino que también en nuestras ciudades que han sido azotadas por la arrogancia y el individualismo. Debemos ser capaces de construir espacios que nos incluyan a todos y que favorezcan el encuentro. Los datos que presentamos son contundentes: como región, vamos precisamente en la dirección opuesta.

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso