La parte del vaso lleno
“Todo está peor que hace tres años”, es el mantra que ahora resuena en todos los medios cuando se ha cumplido un nuevo aniversario del estallido social. Razones no faltan. Y es que hoy estamos ante la mayor crisis de seguridad de la que se tenga registro; de acuerdo a estadísticas del Sistema Táctico de Operación Policial, este año han aumentado un 50% los homicidios, un 70% los robos con violencia y un 20% las violaciones. El panorama económico no es menos desolador. La inflación acumulada supera los dos dígitos y el Fondo Monetario Internacional pronostica que seremos el único país de la región que experimentará una caída de su PIB, siendo superados incluso por Haití.
Así y todo, no resulta disparatado hacer el ejercicio de separar la paja del trigo y destacar algunos avances de lo que va de esta crisis. Y en ese contexto, creo que merece la pena destacar tres hitos con sus respectivas enseñanzas.
En primer lugar, el contundente rechazo a la propuesta de la Convención, además de evitar una hecatombe institucional, ha encauzado la discusión constitucional dentro de ciertos márgenes de razonabilidad. Estado plurinacional, sistemas paralelos de justicia o la eliminación del estado de emergencia hoy parecen delirios. “Nadie pierde jugando lo que ganó cavando”, dice el refrán; y si bien los chilenos exigen mejoras en una serie de prestaciones sociales, no están dispuestos a arriesgar lo que tanto les costó lograr con años de trabajo. Y la clase política recibió el mensaje.
En segundo lugar, cabe recordar que a solo días del plebiscito se viralizó una postal que mostraba a 500 mil asistentes repletando la Alameda en el de cierre de campaña del Apruebo, mientras a lo lejos, en el anfiteatro del Parque Metropolitano, unas 500 personas hacían lo mismo en favor del Rechazo. Una proporción de 1.000 a 1. Por supuesto, la convocatoria del Apruebo fue interpretada como una prueba categórica de un eventual triunfo electoral. Resultado: 3 millones de votos de diferencia en favor del Rechazo. ¿Cómo era posible que una comparsa no más grande que una fiesta de discoteca pudiera representar a más electores que la unión equivalente a la suma de habitantes de las regiones de Aysén y Los Ríos? Pues, por la sencilla razón de que en la democracia real –y no la del asambleísmo universitario- finalmente se impone la voluntad del pueblo y no la de la muchedumbre. Enseñanza que las autoridades parecían haber olvidado, pero que seguramente ahora tendrán en cuenta antes de sacar conclusiones precipitadas luego de cada manifestación.
En tercer lugar, hoy podemos apreciar una revalorización de las instituciones encargadas de resguardar el orden público. A partir de la crisis de octubre, diversos estudios comenzaron a evidenciar una brusca caída en los indicadores de confianza de las policías. A modo ejemplar, el 2020 la Encuesta de Opinión Política de Fundación P!ensa mostraba en la Región de Valparaíso una caída del 40% de confianza en Carabineros, alcanzando su mínimo histórico. Solo 3 de cada 10 encuestados confiaba en la institución. Los datos reflejaban los destellos de un país que avanzaba a pasos agigantados hacia el despeñadero, mientras los líderes de opinión exacerbaban el fenómeno a través de declaraciones completamente destempladas propias de un adolescente rebelde. Hoy, la mitad de los encuestados confían en Carabineros y los representantes del oficialismo invierten más tiempo borrando tuits antiguos que implementando su programa.
Independiente de si lo anterior se trate simplemente de oportunismo o de un genuino acto de arrepentimiento, lo cierto es que no hay posibilidad alguna de ofrecer un camino hacia el desarrollo si los encargados de enfrentar la delincuencia no cuentan siquiera con el respaldo político de quienes conducen el gobierno. Han llegado tarde, pero bienvenidos al “noeslaformismo”.
Que la situación actual es peor que hace tres años es evidente, sin embargo, no se puede negar que al menos hoy se cumplen con algunas condiciones mínimas para comenzar a salir del atolladero. Hace tan solo semanas pololeábamos con experimentos refundacionales, las fuerzas de orden carecían de piso político y las autoridades se dejaban llevar irreflexivamente por el ruido de las masas. Aunque parezca insuficiente, al menos podemos ver alguna fracción del vaso lleno.
Columna publicada en La Tercera