Las redes de La Moneda
“¡Paseos para tod@s! Busca el tuyo…”, publicaba la red social oficial de Sernatur mientras retuiteaba las burlas de la actriz Aline Kuppenheim a Mario Waissbluth, uno de los rostros de la campaña por el Rechazo. Una semana antes, la misma cuenta se reía de la captura de la exalcaldesa Karen Rojo en Países Bajos: “¿De Holanda a Canadá? ¡Nah! Mejor viaja por Chile”, postearon en aquella oportunidad. La polémica por el uso de las redes sociales se hacía notoria, aunque varias alarmas ya se habían encendido con anterioridad.
En pleno Wimbledon, la cuenta oficial de la Embajada de Chile en el Reino Unido decidió festejar el triunfo de Cristián Garín compartiendo un meme tan simpático como poco diplomático. El hecho provocó innumerables críticas entre los expertos. Sumado a esto, ya comenzaban a aparecer serios cuestionamientos en torno a los muchos likes y retweets (uno de ellos provocando la reacción del mismísimo Chayanne) que hacían autoridades a contenidos objetables e intervencionistas. Entonces, ¿se está haciendo un uso correcto de las redes sociales por parte del Ejecutivo?
El asunto es naturalmente complejo. Los casos expuestos son distintos en magnitud y en implicancias. Hasta acá, sin embargo, se hace posible advertir varios problemas. El primero es más bien de probidad. En medio del sinfín de polémicas digitales, tomaron mayor relevancia los “errores involuntarios” que implicaban intervencionismo por parte de La Moneda en el plebiscito. Fue “Contralorito” quien salió explícitamente a recordar que “las redes sociales institucionales son recursos públicos” y que, por lo mismo, “deben comunicar e informar sobre temas relacionados al funcionamiento del organismo”. ¡”Contralorito”! El mismo personaje que solo un día antes publicaba un mensaje troleando a un excandidato presidencial, ahora reconocía que las cuentas oficiales no deben ser utilizadas para fines particulares ni para favorecer o perjudicar opciones políticas.
Pero pese a que esta línea de probidad está intentando ser cubierta por la Presidencia-ya conocimos ciertos instructivos desde la Secom a los community managers oficialistas-, lo cierto es que no parece ser el único problema (ni el más grave) que tiene el Ejecutivo con sus redes sociales.
Bien sabe el mismo “Contralorito” que las plataformas digitales son especialmente peligrosas. Uno puede nacer con un fin noble (como, por ejemplo, acercar una institución técnica a la ciudadanía) y terminar enfrascado en polémicas innecesarias con el potencial de destruir organizaciones. El mundo online es perverso, por lo que muchas veces la delgada línea entre la popularidad y la relevancia se hace incluso más difusa. Y es que un par de miles de retuits bien valen una “arrancada de madres”, pensarán muchos tuiteros. Esto, entonces, representa un problema anterior que difícilmente será solucionado con instructivos o con oficios de Contraloría. El (mal)uso de las redes sociales oficiales tiene el potencial de afectar nuestra convivencia democrática, lo que se hace especialmente reprochable en los tiempos en que vivimos.
En concreto, el tono convocante y republicano que el Presidente intenta dar a sus discursos termina contrastando con burlas y sarcasmos de sus mismas cuentas oficiales, lo que se vuelve peligroso en un contexto de crispación y polarización. Y, en ese sentido, las burlas a Karen Rojo, el troleo a Mario Waissbluth y los mensajes intervencionistas comparten algo: que las redes sociales del Estado no están siendo utilizadas en consideración a sus efectos democráticos.
La Moneda tiene un problema urgente a la hora de evitar intervencionismo en la esfera pública digital, pero también tiene un desafío gigantesco a la hora de construir un relato que sea consistente. Convocar con una mano y atacar con la otra no será sostenible en el tiempo.
Columna publicada en Cooperativa