Los otros “nietitos”
“Voy a estar mirando quienes apoyan esto para cuando después pidan apoyos de vuelta en las campañas”. Con esta frase, el candidato presidencial de Chile Vamos, Sebastián Sichel, mandó un contundente recado a los parlamentarios que están por aprobar un cuarto retiro de los fondos de pensiones.
Cuesta recordar la última vez que un líder golpeara la mesa del sector con tal determinación. Y es que ese rol, ejercido generalmente por el presidente de la república, ha sido justamente el gran vacío de este período. El Gobierno, sumido desde muy temprano en una crisis social sin precedentes -en parte relevante por su propia negligencia- y con un respaldo ciudadano por el suelo, perdió todo poder de articulación. Así, parte de quienes capitalizaron el retorno de Piñera a la Moneda vieron la oportunidad perfecta para hacer lo mismo en su momento más crítico.
No es de extrañar que las palabras de Sichel hayan generado nerviosismo en algunos diputados de RN que apoyan el nuevo retiro. Acostumbrados a ganar bajo cualquier escenario, ahora se encuentran de frente con una realidad que les era esquiva pero que forma parte del quid de la política, esto es, que toda decisión importante acarrea un costo político. Patéticamente acusan amenazas, pero son incapaces de mantener su postura y justificarla en términos medianamente razonables. No vaya a ser que el candidato cumpla con su advertencia.
Quizás lo más importante de este episodio es que deja entrever una inconsistencia de fondo que en algún momento tenía que ser atendida y que dice relación con la focalización de las políticas públicas en quienes más lo necesitan, principio que es defendido por ese mismo grupo de díscolos. El superintendente de pensiones advirtió hace algunos meses que cinco millones de personas se quedarían sin fondos una vez ejecutado el tercer retiro, mientras que distintos economistas han dicho que esta sería una de las razones que justificaría el alza de los créditos hipotecarios. En resumen, el sueño de la casa propia cada vez más lejos a costa de un gustito que ahora sólo beneficiará a quienes más tienen. Una oda al absurdo.
Columna publicada en La Segunda