Más allá del shock
El estallido social y el Covid-19 ciertamente han impactado en nuestras ciudades, afectando a las ventas de inmuebles y la percepción sobre vivienda, espacios públicos y la forma de trabajar. Un ejemplo es éxodo en la Región Metropolitana donde, según un estudio del Data Science de la UDD, cerca de 380 mil santiaguinos han dejado la región durante la pandemia. Entonces, cabe preguntarse si estos shocks son lo suficientemente fuertes para cambiar nuestro modelo urbano, como se ha especulado.
No es primera vez que una pandemia o un cambio tecnológico amenaza el statu quo de las ciudades. Con la masificación del internet se especuló que el teletrabajo reemplazaría labores presenciales, lo que finalmente no sucedió. Similarmente, diversas crisis sanitarias y financieras han impactado a los mercados inmobiliarios y la migración entre territorios, los que se recuperaron rápidamente una vez finalizadas las crisis.
Diversos académicos de renombre -como Edward Glaeser y Paul Krugman- han destacado cómo las aglomeraciones urbanas no sólo permiten mejores economías de escala y menores costos de transporte -incluido el preciado tiempo-, sino que también, cómo estas generan lugares de encuentro para la innovación, el entretenimiento y las redes, entre otros. A ello, podemos sumar que las oportunidades laborales, el acceso a la educación y la movilidad económica son mayores que en áreas rurales.
Y es que, producto de la inercia de las ciudades, resulta difícil pensar que las migraciones fuera de zonas consolidadas y la promoción del teletrabajo perduren post pandemia. Por un lado, la infraestructura vial y la concentración del trabajo y del comercio implican que, una vez retomada la movilidad, las familias tendrán que decidir entre espacios alejados y más amplios contra lidiar con tacos y/o una menor oferta de servicios, haciendo más costoso alejarse de un centro urbano. Por otro lado, dado que las aglomeraciones facilitan la innovación y las redes entre empresas -incluso en horas de almuerzo y el after-office- tampoco hay incentivos claros para que las empresas fomenten el teletrabajo -sobre todo en algunos rubros-. Más aún, los sueldos se modelan en torno al costo de vivir en zonas densas y de movilizarse, por lo que el teletrabajo también podría generar incentivos para reducirlos, como lo planteó Facebook a sus trabajadores.
Según el último apunte de ciudades de TocToc, la mayor caída en ventas fue en el mercado de los departamentos, principalmente cerca de la Línea 1 en Santiago. Esto cambió la proporción de ventas con el mercado de casas, pero no modificó el modelo -como se especuló-. Además, el mercado en agregado post pandemia ha exhibido una fuerte recuperación producto de menores restricciones financieras y el shock del retiro de los fondos de pensiones. Esto no es nuevo, ya que la resiliencia de las ciudades ha mostrado patrones similares en crisis anteriores, dando cuenta de mercados fuertes y una rápida recuperación, lo que es consistente, incluso, con capitales europeas del 1800.
A pesar de lo anterior, la crisis social sí presenta una diferencia que puede generar un mayor impacto. Las protestas y la destrucción del comercio generaron un mayor sentimiento de inseguridad, gatillando la migración de residentes y un menor volumen de ventas a lo largo de la línea 1 y Plaza Italia. De seguir las protestas, es posible que haya una migración permanente -como sucedió en los años 60 en diversos centros urbanos de EE.UU. y dando pie al White flight–. Las ciudades y los mercados son resilientes, pero tenemos que cuidar nuestra convivencia y territorios, ya que ellos dependen de éstos.
Columna publicada en La Tercera