Más Valparaíso que Suiza
La baja en la categoría de medio alto a medio bajo en la calidad de vida en Viña del Mar, medida a través del Índice de Calidad de Vida Urbana (ICVU) de la UC y la CChC, son noticias preocupantes para una ciudad que también comienza a mostrar síntomas de un declive. Más allá de la mala noticia, es aún más alarmante la visión de la alcaldesa Ripamonti, quien lejos de la autocrítica y la comprensión del escenario complejo, prefirió hablar de campamentos y de que “no vivíamos en Suiza”. En vez de contrastar con latitudes lejanas, la falta de mea culpa y poca capacidad de gestión nos invitan a una ineludible comparación mucho más cercana: el Valparaíso de Jorge Sharp.
Sin perjuicio de que Viña del Mar no es un país helvético –a pesar de tener geografía sinuosa, edificios de tradición europea y un alto potencial educacional y turístico–, ésta sí cuenta con una reputación mundial. Sin ir más lejos, la ciudad alberga el festival más importante de música en habla hispana y hace no mucho era el escenario del ya extinto ATP 250 de Las Salinas. Sin embargo, incluso en dicho tiempo, la Ciudad Jardín ya destacaba por liderar los rankings de campamentos en el país, de modo tal que el argumento de la alcaldesa poco aporta en explicar el presente.
Es cierto que el índice de la UC-CChC destaca a vivienda y entorno como una dimensión relevante para explicar el problema. No obstante, éste también releva la capacidad de atraer actividad económica, emprendimientos y desarrollo a la ciudad, entre otros. Es decir, el indicador nos habla del desarrollo local que tiene una comuna. En palabras del director del proyecto, la baja en Viña del Mar se debe no sólo a sus problemas de vivienda, sino también a su alta dependencia económica a los servicios, el periodo estival y al desplazamiento de diversas actividades hacia Concón –cuya fuerza centrípeta destacamos en Fundación Piensa en una radiografía al Gran Valparaíso en 2021–.
Si miramos Viña del Mar con profundidad, existen diversas brechas de gestión que inciden
directamente en su calidad de vida. Como diversos dirigentes gremiales han destacado, ésta no ha logrado capitalizar su marca local en actividades como turismo y educación; en cambio, el aumento del comercio informal, la toma de espacios públicos y el incremento de campamentos continúan robándose las portadas. En palabras de René Lues, los resultados recaen directamente en la gestión municipal y a la falta de un proyecto de ciudad.
Lo anterior es consistente con la percepción viñamarina medida en la Encuesta de Calidad Vida que anualmente elabora y publica la Fundación P!ensa. En ésta, problemas como el comercio ambulante , el mal estado del equipamiento público -especialmente la conservación de las calles- y una baja calidad en diversos servicios son las menciones que más se registran. De hecho, nuevamente los resultados se contraponen al desarrollo de Concón, comuna que ha logrado capitalizar la gestión local para atraer población e inversión.
Todo lo anterior nos da cuenta de que no existe un plan claro de desarrollo local. Sin éste, la gestión carece de elementos que encausen un relato consistente en el tiempo, lo cual siempre es peligroso ante una contingencia tan volátil como la que vivimos. En concreto, la marca Viña del Mar no se ha desarrollado con la misma fuerza que otras ciudades como Pucón y La Serena que han invertido para consolidarse como destinos turísticos, lo que se puede ver, por ejemplo, en la página web Pucon.com. En la misma línea, la ciudad tampoco ha relevado el rol de las universidades ni su vocación metropolitana que concentra los servicios del Gran Valparaíso –todos drivers de desarrollo local–.
Y es que, en vez de imitar modelos como el suizo, el modus operandi de la alcaldesa se asemeja a la primera gestión del alcalde Sharp, imponiendo causas ideológicas e, incluso, acudiendo a la judicialización de proyectos que se contrapongan a su ideario. Este punto es relevante, pues no solo dice relación con el conflicto del paño de Las Salinas, sino también a proyectos de viviendas sociales que han sido detenidos inexplicablemente para luego ser retomados una vez que la justicia falla en contra de la alcaldesa. A lo anterior se suma el fomento del comercio ambulante, la informalidad y el poco cuidado de los espacios públicos, lo cual contraviene a la inversión de capitales en la zona. Estas acciones explicaron parte del acelerado declive porteño y, probablemente, también inciden en la situación actual de la Ciudad Jardín.
Viña del Mar no es Suiza, pero ¿será el nuevo Valparaíso? Es cierto que algunos problemas trascienden al gobierno municipal; sin embargo, la evidencia nos muestra que una buena gestión local es uno de los principales catalizadores para el éxito o el declive de una ciudad. Esperemos que la alcaldesa Ripamonti deje de seguir los pasos del alcalde Sharp y que enmiende la trayectoria de una comuna que tiene todos los atributos para ser una de las principales urbes del país.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso