Octubrismo a la baja

Octubrismo a la baja

La apabullante victoria del Rechazo en el plebiscito de salida remeció el tablero político. Con todo, diversos analistas y tomadores de decisión han interpretado su resultado como una manifestación categórica del hastío ciudadano hacia lo que mediáticamente se conoce como “octubrismo”.
En palabras sencillas, el octubrismo alude a la contracultura que emerge a partir de las protestas de 2019 y que, a través de su propio simbolismo y el empleo de la violencia, pretende remover las bases del orden institucional que operaría, supuestamente, como dispositivo reproductor de “violencia estructural”. El auge del octubrismo no hubiese sido posible sino por sus promotores -los “octubristas”-, que incluye a políticos e intelectuales que vieron la oportunidad de alcanzar cuotas de poder a través de un discurso simplón y moralizante que validó la violencia como vía de acción política.

Si el resultado del domingo pasado fue un cachetazo al octubrismo, entonces no nos debiese sorprender que el último Estudio de Opinión Política de Fundación P!ensa nos muestre que sus principales valedores estén siendo cuestionados por la ciudadanía. A modo ejemplar, el alcalde Jorge Sharp presenta una baja de 9 puntos en su aprobación -y eso sin capturar el efecto “banderazo”, ya que el trabajo de campo del estudio finalizó en julio-. Y si bien el año pasado 1 de cada 3 respondientes valoraba positivamente su gestión, hoy solo 1 de cada 4 encuestados piensa lo mismo. Particularmente grave es la percepción de los ciudadanos respecto a la provisión de espacios públicos como plazas y juegos infantiles, que evidencia una baja de 7 puntos de aprobación respecto al año anterior. Y qué decir sobre el combate a la delincuencia y el control del comercio ambulante, aspectos que son mal evaluados por 9 de cada 10 porteños.

Así y todo, el caso más emblemático es sin duda el de la alcaldesa de San Antonio, Constanza Lizana, quien es bien valorada solo por 7 de cada 100 sanantoninos. De todas las encuestas que hemos realizado en los últimos 8 años, estamos ante el peor debut de una alcaldesa y la segunda peor evaluación histórica de una autoridad local. De hecho, casi todos los aspectos de su gestión municipal presentan índices significativamente peores que los de la administración anterior.
Por ejemplo, la buena evaluación en la asignación transparente de subsidios baja de 45 a 12 puntos, mientras que la iluminación de la comuna desciende desde los 54 a los 31 puntos. Los datos son simplemente demoledores y ameritan que en lo sucesivo prestemos mayor atención a lo que ocurre en esa comuna.

Evidentemente, las cifras recién expuestas no obedecen a un fenómeno monocausal, pero hay un común denominador: ambas autoridades utilizan el mismo panfleto retórico para analizar la contingencia y representan a esa izquierda radical que no tuvo ningún asco en aliarse con los convencionales más extremos bajo el alero de Apruebo Transformar. Sí, ese mismo colectivo que organizó el famoso acto de campaña donde se ultrajó la bandera nacional. Aunque parece ser que, a la luz de los resultados de nuestro estudio, las verdaderas “indetectables” son las propuestas que ambos impulsan para cambiarle la cara a sus ciudades.

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso