Periodismo en crisis
La actividad periodística vive días difíciles. Esta semana nos enteramos del brutal asesinato de David Beriaín, periodista navarro que había alcanzado reconocimiento mundial por su trabajo de investigación. Los hechos fueron terribles. Mientras recorría el este de Burkina Faso -una de las localidades más afectadas por el terrorismo islámico-, él y su equipo fueron sorprendidos por un par de camionetas y una decena de motocicletas. Entre los múltiples disparos, algunos lograron escapar.
Lamentablemente, David, su camarógrafo Roberto y dos personas más, no tuvieron la misma suerte. Estuvieron secuestrados por algunas horas, pero el gobierno español entregó la más terrible de las noticias.
El lugar que recorrían era peligroso, ellos bien lo sabían. Aún así, la misión que se habían propuesto en esta oportunidad era desnudar los problemas asociados a la caza furtiva en Burkina Faso, actividad que tiene una gran conexión con el terrorismo que les terminó quitando la vida. Por lo que se ha conocido, la vida de David era así, llena de riesgos y colmada en coraje. Tiempo atrás, su vocación periodística lo había llevado a infiltrarse en la zona guerrillera de las FARC.
Junto a eso, había sido herido con el estallido de una bomba en la ciudad de Alepo mientras cubría el conflicto sirio. También había realizado trabajo periodístico oculto en tropas militares en Irak. Y, más cerca nuestro, se había atrevido incluso a investigar el mercado de secuestros en Venezuela.
En un emocionante obituario publicado luego de su muerte, Alejandro Navas -quien fue profesor de David en la universidad-, recuerda su temprano paso por nuestro país vecino. Recién egresado, David decide viajar a Argentina para trabajar en un medio con muy pocos recursos. Alimentado sólo por su vocación, el joven periodista comienza a realizar un trabajo de investigación que le permite denunciar y exponer diversos casos de corrupción local. Al poco tiempo, sin embargo, la policía le comunica haber encontrado planos de su departamento en poder de un grupo de delincuentes. La intención, probablemente, era secuestrarlo. Quizás con la satisfacción de la tarea hecha, al joven aventurero no le quedó más que arrancar.
Hace solo cuatro años, David recordaba a un conferencista alemán que dio una exposición en su época universitaria. Destacaba que un alumno más pequeño le había realizado una pregunta, pero el invitado sencillamente se negó a responder. Sin ningún tipo de vergüenza, el conferencista había reconocido que se trataba de un asunto que no había investigado lo suficiente. En palabras del mismo David, ese hecho marcó su forma de entender el periodismo.
La actividad periodística atraviesa tiempos difíciles, de eso no cabe duda. Pero, de vez en cuando, nos encontramos con personajes con el verdadero coraje de enfrentarse a los poderosos. No a través de matinales ni de Twitter. Tampoco manifestando su indignación ni vociferando soluciones simplistas mientras esperan el aplauso del público -¡Vaya que fácil es eso!-. Tampoco faltando el respeto a los pares mientras se adueñan de la verdad. ¡Nada de eso! Sino que, más bien, haciendo algo verdaderamente revolucionario en estos días: Intentar comprender un poco más sobre nuestra condición humana.
“Saber ver, saber escuchar, saber pensar, saber expresar y saber (algo) de la condición humana”. Como apunta su profesor Navas, esos eran los cinco “saberes” que David promovía en su forma de hacer periodismo. Mucha luz nos entrega con su vida y con su muerte. En Chile, de seguro podremos (y debemos) aprender de sus historias.
Columna publicada en Cooperativa