Seguridad Pública: luces y sombras

Seguridad Pública: luces y sombras

En esta temporada estival nuestra región recibe a los veraneantes de diferentes lugares del país. Esto impacta en una serie de asuntos, como, por ejemplo, en la seguridad. Muestra de aquello es la cantidad de carabineros, policías y equipamiento que, cada año, llegan a los diferentes balnearios o lugares de recreación.

Pero ¿se han fijado que cada vez que ocurren sucesos de violencia delictual, nuestras autoridades comienzan a apuntarse con el dedo? Una especie de ritual aprendido de memoria que incluso las nuevas incorporan en un santiamén. Basta ver el caso de Viña del Mar por el aumento de delincuencia en dicha ciudad: La alcaldesa Ripamontti dice que no es su culpa, apunta a al delegado presidencial Jorge Martínez, este devuelve la pelota. Mundaca mira el pleito como diciendo “a mí no me miren, no tengo atribuciones”. Y así, suma y sigue.

Ahora bien ¿Que nos dicen los estudios en esta materia? Hoy se considera una noción básica de dos elementos 1) los lineamientos globales del gobierno nacional y 2) la acción de los gobiernos locales para atenuar los problemas delictuales. Entonces, la seguridad pública no depende de una única autoridad. Esta es una batería de medidas consensuadas entre las autoridades nacionales y locales que deben, también, incluir a la ciudadanía.

De ahí la importancia que tienen, por ejemplo, los consejos comunales de seguridad pública. Es esta entidad la que desde el gobierno local debe promover proyectos, definir acciones y equipar a la comuna de un plan de seguridad pública. El cliché tiene mala fama, pero recordar que todos debemos aportar a la seguridad de nuestros barrios también es necesario.

Por otra parte, a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque ¿Qué nos dice la percepción ciudadana referente a la seguridad pública? La encuesta de calidad de vida de este año nos muestra algo bastaste contraintuitivo. En las comunas de la muestra, los encuestados perciben en general mejoras de seguridad en los espacios públicos como el estadio, las plazas y/o parques del barrio. Además, sumamos a la lista anterior las micros, los colectivos y el metro. Sin duda una gran noticia para la región, pero debe mirarse con cautela, pues significa simplemente acercarnos a los mismos niveles de inseguridad que conseguíamos en los tiempos de pre-pandemia.

¿Qué desafíos quedan? Quizá el más importante es que los actores locales utilicemos las herramientas que tenemos y conversemos. Para nosotros, los ciudadanos, el desafío no es menor, puesto que implica un ejercicio de creer en las policías y su trabajo. Con cosas simples, que nos dotan de civilidad: Detenernos cuando nos los piden, facilitarles los controles de identidad, recalcar cuando hacen algo bueno. Son elementos que nos ayudaran a todos a vivir más seguros y tranquilos. Además, está la prevención situacional, aquella que recae más en nosotros que en la autoridad. Al final, debemos ser conscientes de que todos queremos lo mismo: Vivir tranquilos en nuestras casas y caminar sin problemas por las calles de nuestras ciudades.

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso