Transporte público del Gran Valparaíso: El cuento del tío
Lo que sucede con el transporte público del Gran Valparaíso tiene ribetes escandalosos, y extremadamente cercanos al mítico “cuento del tío”. Esa estafa tan popular en la que aún hoy caen inocentes personajes de todo tipo. Una simple mirada al pasado de las alocuciones presidenciales, y de otras autoridades o privados, así lo sugieren.
En la cuenta pública de 2014, la Presidenta Michelle Bachelet sostenía que “se mejorará el transporte público en Valparaíso, Antofagasta y el Gran Concepción”. Años después, un 30 de octubre de 2018 para ser más preciso, el Presidente Sebastián Piñera anunciaba en el Muelle Barón que “la esencia es recuperar ese espíritu de liderazgo, de dinamismo, pionero, innovador, que puso a Valparaíso a la vanguardia de los puertos del mundo”. Aquel espíritu, por cierto, incluía mejoras en la red de transporte.
Pero esto no solo es de las autoridades. Hace días atrás, un dirigente deportivo del mítico club porteño Santiago Wanderers amenazó con detener sus 800 microbuses debido a un asalto que había sufrido su nieto y un grupo de trabajadores en una garita. Tal vez una denuncia bastaba, sin embargo, optó por amenazar a la autoridad regional con un paro. Ahora bien, cuando hace más de un año atrás se le indicó al mismo empresario y sus colegas -por medio de decreto- que a sus vehículos debían instalarles validadores automáticos antes de julio de 2022 para iniciar el pago con tarjeta en la región, estos sencillamente no cumplieron. No está demás decir que, si lo hubieran hecho, habrían minimizado los asaltos y el riesgo para sus trabajadores desde hace un año y para siempre.
Invariablemente, sigue repercutiendo esta situación de los validadores. Los choferes de locomoción colectiva piden la intervención del Estado para que se instalen de una vez por todas y dejar de estar a merced de los delincuentes habituales.
Así, entre alocuciones presidenciales pomposas, reuniones entre ministros y alcaldes, y actores privados que amenazan y viven quejándose de que no tienen choferes o les roban, es que el transporte público de nuestra región está entregado al cuento del tío. Uno que comenzó en 2011, cuando venció la licitación pública que extrañamente aún sigue vigente decreto tras decreto.
Para añadir más condimentos a la sopa, no son pocos los estudios que han diagnosticado asertivamente este declive del transporte y los efectos que está teniendo en las personas. Así, el estudio “Radiografía urbana de la ciudad de Valparaíso” de la Fundación P!ensa sugiere que el transporte público tiene un problema de diseño que afecta su eficiencia. Lo grave es que este beneficia a los usuarios de grupos más acomodados en desmedro de los menos, quienes deben destinar más recursos propios para trasladarse en el sistema de transporte público. El chiste se cuenta solo.
En el despelote, parece que a nadie le importa realmente que hay personas de todas las edades que esperan horas para tomar la micro o subirse a un taxi pirata, con el riesgo que eso conlleva. El quid de la cuestión es que el problema ya está escalando a niveles en que la fibra de los usuarios del transporte está sensible, incubando una molestia -tanto en los cerros como en el interior de nuestra región- que se siente en los apretados pasillos de las micros y en los colectivos llenos que apenas se pueden mover por la ciudad.
Con todo, y según dijo el actual ministro de Transportes, Juan Carlos Muñoz, hace algunos meses, se supone que en septiembre de este año comienzan a operar los nuevos microbuses eléctricos con los recorridos actualizados. Pero como dice el refrán popular: ¡Qué Dios nos escuche y que el Diablo se haga el sordo! Pues ya no queda a nadie más a quien pedirle que haga algo por el transporte de nuestra región.
Columna publicada en Cooperativa