Una propuesta sobre macrorregiones
Durante los últimos meses —quizás desde el emblemático acuerdo del 15 de noviembre— hemos observado cómo se han abierto una serie de discusiones que abarcan asuntos relevantes en torno a nuestra vida en comunidad. En el marco del diálogo constitucional que comienza, muchos han centrado sus propuestas y argumentos en aquello que se suele denominar “derechos sociales”, los cuales han concentrado la mayor parte del interés de los candidatos y electos constituyentes. En la misma línea, hemos sido testigos también de la promoción de otras discusiones sobre asuntos que no son propiamente constitucionales, pero que, al gozar con gran apoyo ciudadano, han sido dotados de un “aura constitucional” (como la regulación de las AFP o la protección de la vida animal).
En el escenario recién descrito, causa algo de sorpresa el silencio y la falta de propuestas respecto de una serie de asuntos que sí son esenciales a cualquier Carta Magna. Discusiones que, indiscutiblemente, deberemos como país abordar y acordar en el proceso constituyente que se avecina. Uno de estos asuntos se refiere a la división territorial de Chile.
En la actualidad contamos con 16 regiones, pero eso no necesariamente continuará siendo así. En esa lógica, urge preguntarnos: ¿Cuál sería una distribución territorial eficiente? ¿Qué argumentos deben primar? ¿Qué dice nuestra historia y cultura al respecto?
Esas son las interrogantes que se abarcan en una nueva propuesta de la Fundación P!ensa, denominada “Macrorregiones: una propuesta para el proceso constituyente”. En ella, Maximiliano Duarte (abogado) e Ignacio Aravena (urbanista) ofrecen una mirada multidisciplinar al fenómeno.
Basados en distintas consideraciones —geografía, aspectos demográficos, población indígena, criterios económicos, entre otros—, los autores llegan a la conclusión de que lo óptimo sería organizar nuestro territorio en siete nuevas zonas. Entre los distintos argumentos y fundamentos de la propuesta, encontramos algunas ideas intuitivas que resultan de muy fácil comprensión. Una de ellas se relaciona con el típico refrán “divide y vencerás”. En la actualidad, la organización territorial ha estado abarcada sin criterios claros ni conocidos. Y, en esa lógica, hemos optado en los últimos años por crear nuevas regiones pequeñas que menoscaban el poder relativo de las distintas zonas frente a una región metropolitana que cada día se hace más poderosa. Frente a las dinámicas propias del mercado, esto parece un sinsentido para el desarrollo territorial. En vez de empoderar a territorios para que puedan competir de igual a igual frente a la capital, hemos optado por debilitarlos y desmembrarlos.
La dinámica recién descrita ha sido históricamente advertida. Incluso, en pasadas discusiones constituyentes, ya se ha sugerido la conveniencia de pensar en nuevos territorios que nos permitan impulsar polos de desarrollo para aprovechar las bondades de (todo) Chile. De manera mucho más reciente, el ex Presidente Ricardo Lagos ha expresado en diversas oportunidades su visión de pensar en macrorregiones para “fortalecer la cohesión territorial del país”.
Grandes regiones, municipios modernizados y nuevas áreas metropolitanas. Todas esas son ideas que deben ser analizadas con insumos y evidencia. Los argumentos serán varios y la discusión se volverá interesante. Lo importante es que comencemos a asumir que el asunto territorial será uno de los grandes desafíos que deberán abordar nuestros constituyentes electos.
Columna publicada en La Tercera