¿Va a pasar de nuevo?

¿Va a pasar de nuevo?

El pasado fin de semana, durante una entrevista con un periódico de la capital, uno de los Consejeros Constituyentes vencedores en las elecciones del 7 de mayo planteó la pregunta: ¿Por qué cresta, siendo mayoría, tenemos que llegar a un acuerdo con la minoría?.

Aunque rectificó rápidamente sus declaraciones en redes sociales, esta afirmación despertó preocupación y revivió los fantasmas de la convención anterior, indicando que pareciera que no se han aprendido las lecciones del fallido proceso constitucional rechazado el 4 de septiembre pasado.

En este escenario, los Consejeros y, especialmente, aquellos que forman parte de la mayoría vencedora, se enfrentan a lo menos a cuatro desafíos cruciales. Primero, deben manejar su victoria con prudencia. El hecho de que su partido haya ganado de forma contundente no garantiza un resultado positivo en el plebiscito de salida el 17 de diciembre de este año, tal como ocurrió en la convención pasada. Si continúan con la lógica amigo/enemigo, estarán cavando su propia tumba.

El segundo desafío es comprender y diagnosticar adecuadamente el problema constitucional en Chile. Este problema no se reduce simplemente a un conjunto de normas constitucionales que generan división entre los ciudadanos, sino que es mucho más complejo. Como señaló el Vicepresidente de la Comisión Experta, Sebastián Soto, en un diálogo con la Fundación P!ensa, el problema constitucional es un desafío político de convivencia. La constitución que lleva la firma del ex Presidente Lagos está deteriorada en términos de legitimidad, lo que ha generado divisiones en la sociedad. Por esta razón, se ha llegado al consenso de que la nueva constitución debe ser unificadora.
El tercer desafío es resistir la tentación de llevar al consejo constitucional todas las propuestas, ideas e intereses de los Consejeros. No deben convertir la nueva constitución en un programa de gobierno en el que se introduzcan temas de política pública que deberían ser regulados en ámbitos infraconstitucionales.

El cuarto desafío consiste en establecer una conexión más sólida con la ciudadanía y la tradición constitucional chilena. Por ejemplo, la aprobación de una norma que imponga el sistema de listas cerradas en las elecciones parlamentarias podría generar un rechazo considerable entre la población. Aunque esta idea pueda tener aspectos positivos, es difícil convencer a los chilenos de que deben votar por una lista de un partido determinado en lugar de un candidato específico. Si no se aborda adecuadamente esta cuestión, podría llevar al fracaso del proceso constitucional por segunda vez.

Por alguna razón, Chile se ha enamorado de la respuesta constitucional. Por lo tanto, es crucial cerrar este proceso de manera adecuada. No podemos estar permanentemente discutiendo las reglas básicas de convivencia política y redactando una y otra vez los derechos fundamentales que se nos garantizarán. Es necesario avanzar para que la clase política se dedique finalmente a resolver los problemas cotidianos y relevantes que afectan a la ciudadanía.

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso