Votar o lamentar
Estamos a una semana de la elección que marcará el derrotero del país durante las próximas décadas. Luego de una fatigante campaña electoral, los candidatos ya han quemado prácticamente todos sus cartuchos y ahora solo resta que la ciudadanía se informe y acuda a las urnas a marcar su preferencia.
Por lo mismo, me parece que no tiene sentido dedicar más tiempo a describir las cualidades que debiera tener un convencional constituyente. Ese ejercicio, además de externalizar los propios prejuicios de quien suscribe, no hace más que pretender influir inútilmente en la decisión del lector.
Y es que escoger a una persona para redactar una Constitución no es un asunto de meras especificaciones técnicas, como de quien va a la tienda a comprar el mejor computador. Diversos autores afirman que la elección de políticos en procesos electorales es más bien intuitiva y está fuertemente motivada por factores emocionales. Así, es probable que aquellos que aún no están seguros de su decisión ponderarán con especial peso las cualidades personales del candidato, su carisma o su performance en algún debate o entrevista, en desmedro de la robustez técnica de sus propuestas concretas.
A raíz de lo anterior, creo que es más pertinente destinar los esfuerzos a algo menos pretencioso, pero mucho más significativo: llamar a votar.
Es útil recordar que el camino escogido para superar la crisis institucional, hace ya más de un año y medio, guarda cierto paralelismo con una competencia de triatlón. Estamos ante tres grandes etapas de una misma carrera que culminan con una votación popular que valida lo avanzado en cada estación. La primera etapa fue afrontada con éxito con una participación que superó los siete millones de votos, siendo esta la elección más concurrida desde la instauración del voto voluntario. La próxima semana culmina la segunda fase, y toca ahora respaldar lo recorrido con una asistencia similar.
En este escenario, sería aconsejable que en los próximos días el gobierno y los medios de comunicación tomen la batuta e intensifiquen los esfuerzos por fomentar una alta participación electoral. El mensaje tiene que ser lo suficientemente claro y contundente, y además de informar las medidas adoptadas para salvaguardar la salud de la población, debe concientizar sobre la responsabilidad que recae en los ciudadanos de acompañar el camino institucional hacia la paz.
Respecto al contexto sanitario, existen motivos más que suficientes para que los chilenos tengan la tranquilidad de que votar es un panorama seguro. A diferencia del plebiscito de noviembre, hoy hay casi siete millones de chilenos vacunados con las dos dosis, contando a todo el personal de Fuerzas Armadas y del Servicio Electoral que trabajará en los locales de votación. Adicionalmente, la celebración de los comicios se llevará a cabo en dos días y se mantendrá el personal de apoyo encargado de proveer alcohol gel y velar por la mantención de la distancia física entre los asistentes, evitando aglomeraciones. En resumen, acudir a un local de votación es bastante más seguro que ir a un centro comercial a comprar un par de zapatillas.
Respecto a la responsabilidad ciudadana, es preciso comprender lo que está en juego en el proceso constituyente. Esta es quizás la única oportunidad que tendremos de reconducir la grave crisis de confianza que existe hacia el sistema político. En diversos lugares del mundo han ocurrido episodios que demuestran la fragilidad de las democracias liberales. Y si alguna enseñanza nos deja esos acontecimientos es que la única salida para salvar la institucionalidad es respaldar la democracia.
Por ello, me parece que una baja asistencia a las urnas durante el próximo 15 y 16 de mayo podría significar una tragedia, pues generaría el caldo de cultivo para que aquellos que quieren ver fracasar el proceso comiencen a despotricar en contra de este argumentando ausencia de legitimidad, tensionando aún más el ambiente.
Teniendo en consideración lo anterior, urge que, independiente de quienes resulten electos, comencemos a revalorizar la importancia que tiene el trazar una raya en un papel para efectos de permitir la transición pacífica del poder entre fuerzas políticas que están constantemente en pugna. Es en esa reflexión donde se aprecia la madre de todos los dilemas: votar o lamentar.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso