El director ejecutivo de la Fundación Piensa dice en entrevista con La Segunda que “en casi todos los temas como salud, educación, déficit habitacional, entre otros, la derecha] es más bien reactiva y buena para oponerse a la izquierda, pero muy mala para plantar banderas”.
“Juan Pablo Rodríguez es director ejecutivo de la Fundación Piensa, un centro de estudios de derecha anclado en la Quinta Región, lo que de por sí —en un ambiente tan centralista como el de los think tanks— lo hace particular. Con diez años de vida, su misión, como ellos la han definido, es “aportar ideas y propuestas al desarrollo integral de la Región de Valparaíso, para descentralizar Chile y promover los principios en que se funda una sociedad libre y responsable”.
Sobre esta base elaboran lo que se espera de un centro serio: documentos de análisis, eventos y la realización de dos encuestas anuales presenciales. Pero no se limitan a monitorear el devenir político regional, sino también el nacional con una mirada local.
“Tenemos una comunidad de más de 150 líderes en distintos ámbitos, hacemos las encuestas más grandes fuera de Santiago y eventos en los que participan parlamentarios de distintas tendencias políticas. Me parece que es un ejemplo bien notable de que las regiones no sólo tienen que alegar, sino que meterse a la cancha y disputar ese poder centralista”, comenta Rodríguez, abogado de la U. Católica de Valparaíso y exasesor legislativo de la Secretaría General de la Presidencia durante el primer gobierno de Sebastián Piñera.
—Desde esa distancia: ¿cómo evalúan la actual situación de la derecha? ¿Está encaminada a constituir un bloque unitario que le permita recuperar el poder, que es la intención que han manifestado los partidos del sector?
—Creo que en la derecha existen corrientes distintas que deberían ordenarse entre sí y constituir dos bloques que sean capaces de convivir en una coalición. Por un lado, está el sector más conservador representado por republicanos, la UDI y parte de Renovación Nacional; y por otro, lo que se ha llamado el Piñerismo, la mayoría de Evópoli y eventualmente Amarillos y Demócratas. Eso ayudaría a resolver el problema de la atomización del sistema político y también a definir mejor las identidades de los distintos partidos. Yo estoy pensando más bien en el mediano plazo, porque veo difícil que para las elecciones de este año y las del próximo cambie la composición de Chile Vamos. La atomización no solo es mala para la política en general, sino que también ideológicamente para la derecha.
Pienso que existe la posibilidad de formar una gran coalición electoral que le dé continuidad al 62% que se obtuvo en el Rechazo al proyecto de la Convención Constitucional y que cambie el paradigma de la correlación de fuerzas de la historia reciente del país, previa al estallido social y al segundo gobierno de Michelle Bachelet.
—Usted está asumiendo el 62% del Rechazo como un triunfo de la derecha, pero no hay datos que indiquen que ese porcentaje haya tenido esa identidad política. Más aún, en el segundo proceso constituyente, completamente dominado por republicanos y en parte por Chile Vamos, tampoco se logró aprobar una nueva Constitución.
—En ese proceso se cometieron errores y uno de ellos fue precisamente no darle continuidad al 62% del Rechazo. No existieron los vasos comunicantes entre el mundo conservador y el liberal de centro que sí existió en la primera Convención.
—¿Y eso por qué ocurrió? Chile Vamos se plegó sin mayores reparos a los planteamientos de republicanos, pese a que había una carta de navegación bien explicita definida por el comité de expertos.
—Me parece que hubo una cierta perplejidad frente al gran resultado que obtuvo republicanos en la elección de constituyentes. Pero a final de cuentas, la derecha nunca quiso verdaderamente un cambio constitucional y .enfrentados a esa posibilidad no estaban bien preparados o no le dieron mayor importancia, y se concluyó que mantener la Constitución actual no era un mal resultado. Las responsabilidades son compartidas y comunicacionalmente existieron distintos errores, porque como se vive actualmente la política es más fácil rechazar que aprobar cosas. La derecha fue torpe en manejar el Consejo Constitucional y también hubo campañas efectivas de parte del oficialismo relacionadas a los derechos de las mujeres, particularmente en torno al aborto en tres causales, aunque no figuraba en el texto constitucional, que terminaron moviendo la balanza en contra del proyecto; pero con una diferencia menor que la del Apruebo y el Rechazo. Por eso yo insisto en que hay que capitalizar el 62% del Rechazo en la formación de una nueva coalición de derecha.
—Una cosa es formar una gran coalición electoral, pero otra bien distinta es ofrecer un proyecto de gobernabilidad para el país. ¿Tiene, a su juicio, la derecha un programa .bien estructurado que vaya más allá de sus planteamientos típicos en torno a la recuperación de la seguridad o el crecimiento?
—La seguridad y el crecimiento son la base para lograr el desarrollo del país y, por lo demás, son las principales demandas actuales de la ciudadanía. Pero dicho eso, en materia de seguridad social veo a la derecha completamente carente de contenidos. En casi todos los temas como salud, educación, déficit habitacional, entre otros, es más bien reactiva y buena para oponerse a la izquierda, pero muy mala para plantar banderas. La derecha no está levantando hoy día ninguna propuesta social, cultural o de políticas de fondo que guíen la discusión en los próximos diez o quince años y, a mi juicio, eso es nefasto y hay que revertirlo.
La derecha tiene un deber político y también moral de ser capaz de ofrecer alternativas cuando se opone a reformas que legítimamente considera malas para Chile. Y ese trabajo no se ha hecho. A mí me angustia el hecho de que durante cuatro gobiernos consecutivos no haya sido capaz de sacar adelante una reforma previsional, más allá de que a través del aporte solidario, como es la PGU para las pensiones actuales, se haya encontrado una solución parcial.
—Usted mencionó a Demócratas y Amarillos como parte de un bloque más liberal al interior de la derecha y es evidente que ellos han ido avanzando hacia ese camino. ¿Cuál sería su aporte? Porque dicen representar al centro político, pero hasta ahora no han demostrado, al menos electoralmente, convocar a ese mundo.
—Me parece que sí representan al centro, lo que pasa es que el mapa político en Chile se ha corrido. Frente a la crisis institucional, política, de seguridad y de crecimiento que ha vivido Chile, el centro político no está llamado a plegarse al PC y al Frente Amplio, sino que a sumarse a un mundo que quiere retomar el orden público, la tranquilidad, la perspectiva de desarrollo para poder crecer y redistribuir. Yo creo que Amarillos y Demócratas tienen marcadamente ese discurso. Y Chile Vamos hoy está llamado a construir esa alianza hacia el centro, que es un hecho histórico, porque rompe la lógica de la coalición de centroizquierda que se estableció en Chile después del retorno a la democracia. Ese es un muy buen camino y espero que se exprese este año en las elecciones municipales y luego en las parlamentarias y presidenciales, logrando un Gobierno que pueda hacer convivir el mundo de Amarillos y Demócratas hasta el de republicanos.
—Partiendo de la base de que esa coalición que usted menciona aún no existe, ¿cómo ve funcionando a la oposición para enfrentar las elecciones de este año? En ese ámbito la Región de Valparaíso es muy importante, porque junto con la Metropolitana representa el 40% del electorado.
—Efectivamente mi región es muy importante y sus resultados van a permitir asegurar también los de las parlamentarias y de la presidencial.
En comparación con la anterior elección municipal del 2020, que para la derecha fue desastrosa porque el Frente Amplio logró una representación muy importante, siento que el clima ha cambiado bastante. De hecho, en nuestras encuestas se ve claramente una disminución consistente de la adhesión a las autoridades del Frente Amplio. Mi impresión, mirando el vaso medio lleno, es que hoy en la derecha existe la convicción de que hay que llegar con candidatos únicos a todas las alcaldías y también a la gobernación regional.
Ahora, por el lado del vaso medio vacio, lamento la lentitud para nombrar uno o dos candidatos relativamente únicos, que puedan posicionarse bien. En cada comuna de la región hay cuatro o cinco postulantes y se me hace difícil entender que el candidato a alcalde no haya sido definido con anterioridad, por lo menos hace un par de años. Actualmente, ni siquiera se sabe cuál va a ser el método para elegir un candidato único, si va a ser por primarias, por encuestas o por omisión. Si la derecha hubiese hecho el trabajo que correspondía de antemano, el resultado de las municipales y de las presidenciales serían mejores a los que probablemente van a tener.
—¿En el caso de las parlamentarias se repite el mismo escenario?
—Yo partiría diciendo que el principal desafio que tiene la derecha no son las elecciones presidenciales sino las parlamentarias, porque ya hemos comprobado que se hace muy difícil gobernar sin mayorías èn el Congreso debido a la fragmentación de los partidos, las redes sociales y toda la nueva forma de hacer política.
Los parlamentarios no tienes incentivos para lograr acuerdos, sólo le hablan a sus propias tribus. Y en ese ámbito, nuestra región vuelve a tener un gran peso específico porque es competitiva y vamos a tener buenos candidatos, tanto en el oficialismo como en la oposición. Por el lado de la izquierda ya suenan nombres como Karol Cariola (PC), Maya Fernández (PS) y Juan Ignacio Latorre (RD) que quiere ir a la reelección. En la derecha está María José Hoffmann (UDI), Francisco Undurraga (Evópoli), Arturo Squella (republicanos) y quizás Andrés Longton (RN). En base a los resultados de esas probables candidaturas, la derecha se juega la opción de subir de dos a tres senadores de los cinco que se eligen en la región y de 6 a 8 diputados de los 16 de que conforman los dos distritos de la zona. Si eso se logra, sin que haya una guerra fratricida y comprendiendo que están llamados a gobernar juntos, ya sea con Evelyn Matthei o eventualmente con José Antonio Kast por el lado más conservador, tendrían posibilidades de encabezar un mandato que pueda operar sin tantas dificultades.
—¿Y en el oficialismo ve a un candidato competitivo para la presidencial?
—Sí, el alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic. En sus últimas apariciones, como la de solicitar la presencia de militares para apoyar el trabajo de las policías en la persecución de la delincuencia común y el crimen organizado, ha demostrado atributos que lo hacen un candidato competitivo.
Si se repostula primero en Maipú y tiene un muy buen resultado, sin duda puede ocupar la pole position como candidato presidencial, frente a los otros nombres que han sonado como Camila Vallejo o Carolina Tohá.
—¿No ve buenas posibilidades para ellas?
—No. Veo a Tohá muy desgastada por el rol que le ha tocado cumplir en el Gobierno, especialmente en materia de seguridad. Y en el caso de Vallejo se me hace muy dificil pensar que una militante del Partido Comunista pueda ser Presidenta de Chile.
—Pero, aunque a Vodanovic se lo vea hoy como una buena carta, él ha descartado absolutamente la opción de ser candidato presidencial.
—Eso es parte de ser político. No creo recordar a nadie que haya dicho de antemano que va a ser candidato presidencial.