Canibalismo en la derecha: ¿Ruido electoral o problema estructural?
Las candidaturas opositoras tienen la responsabilidad de entender que las condiciones de gobernabilidad se forjan desde ahora. La beligerancia excesiva, lejos de entusiasmar al electorado, se percibe como un gesto egoísta y miope frente a un momento histórico que exige unidad, altura de miras y sentido patriótico.
Todo indica que, mientras la izquierda se encamina a su peor resultado presidencial desde 1958, la derecha podría lograr un desempeño histórico, con posibilidades reales de conquistar La Moneda y alcanzar mayoría en ambas cámaras. Ese escenario, sin embargo, contrasta con la beligerancia interna que ha marcado la campaña y que pone en duda su capacidad de gobernar sobre la base de una coalición amplia, sin la cual la victoria puede volverse efímera.
1. Ganar la presidencial: la foto del momento. Todas las encuestas proyectan una amplia victoria de la oposición en segunda vuelta, con una diferencia cercana a los veinte puntos.
- Mientras Kast y Matthei muestran una leve tendencia a la baja, Kaiser aparece al alza. A menos de un mes de la elección, ese movimiento parece amenazar más el tercer lugar de la candidata de Chile Vamos que la opción de Kast de pasar al balotaje, aunque podría implicar para éste un menor caudal de votos en primera vuelta y, en consecuencia, una peor posición negociadora de cara a la segunda.
- Si los pronósticos se cumplen, la izquierda enfrentará su peor resultado en casi setenta años, desde que Allende y Zamorano —el “cura de Catapilco”— sumaron apenas un 32% de los votos en la presidencial de 1958.
2. Ganar la parlamentaria: auspiciosas proyecciones. Con la prevención de sus limitaciones, las simulaciones conocidas —Unholster, Streamdata, Imaginacción, Pepe Auth— anticipan una mayoría de la actual oposición en ambas cámaras, incluso cercana a los 4/7 requeridos para reformas constitucionales.
- En un contexto de creciente dificultad para gobernar, intensificado tras la reforma al binominal, asegurar mayoría legislativa es el primer desafío de cualquier presidente.
- Aunque la estrategia de competir en dos listas fue discutida, el tiempo parece haber dado la razón a sus promotores: duplicó la presencia de candidatos y aglutinó en dos bloques equivalentes a casi todo el espectro del Rechazo, impidiendo que se “pierdan” votos.
- Pero la suma aritmética de escaños opositores no equivale a una base de gobierno. Esa mayoría debe transformarse en una coalición, con cohesión y propósito común.
3. Formar una coalición de gobierno: dificultades.
- El electorado de derecha suele mostrar un instinto unitario, ajeno a las etiquetas partidistas y con reflejos de grupo frente a desafíos mayores, como derrotar al comunismo. Las dirigencias, en cambio, tienden al canibalismo: exacerban diferencias y disputan la hegemonía incluso en vísperas de un triunfo común, aunque muchas veces es solo inevitable puesta en escena.
- La derecha chilena carece de una verdadera cultura de alianzas, lo que históricamente se ha traducido en coaliciones frágiles y una propensión a la fragmentación interna.
- Los epítetos cruzados —“extremos”, “autoritarios”, “parásitos”, “cobardes”— pueden entenderse en el fragor de una contienda competitiva, pero socavan la confianza necesaria para gobernar juntos.
4. Formar una coalición de gobierno: facilidades. Sin embargo, no todo son obstáculos. La derecha cuenta con ciertos factores estructurales y culturales que podrían facilitar una articulación de gobierno más cohesionada de lo que muchos anticipan.
- A diferencia de otras experiencias internacionales donde la “nueva derecha” proviene de fuera del sistema, en Chile los Republicanos nacen desde dentro. Esa raíz común facilita los vasos comunicantes con Chile Vamos y la posibilidad de construir un gobierno compartido.
- El gremialismo, con un pie en Republicanos y otro en Chile Vamos, es una cultura política que está llamada a jugar un rol protagónico en el desafío de formar gobierno, dado su peso específico en ambos polos.
- Existe una extendida matriz doctrinaria común que explica que en situaciones recientes, como el consejo Constitucional o las segundas vueltas, el sector haya actuado como grupo sin mayores contratiempos.
- Si Kast triunfa, el anunciado “gobierno de emergencia” debería centrarse en materias donde existe un amplio consenso legislativo —desde Demócratas hasta Libertarios—, ofreciendo una oportunidad para aprobar buenas políticas.
5. El triunfo de Kast y el reordenamiento del mapa. Los términos de la futura coalición dependerán de los fríos resultados parlamentarios y de la voluntad de sus líderes. Pero si Kast gana, es imaginable una reconfiguración del mapa político en la derecha.
- La UDI probablemente constate, luego de su resultado parlamentario, que su permanencia en Chile Vamos la lleva a mimetizarse con sus aliados y a perder identidad y espacio electoral. La actual disputa por quién es el heredero de Guzmán tiene que ver con esto. De ahí que, puedan considerar dejar de mirar al centro, giren a la derecha y construyan con Republicanos una alianza que sea el eje de gravitación del próximo gobierno. En clave ideológica, un polo conservador.
- RN, por su parte, probablemente se integre al gobierno, aunque desde un eje distinto: un Chile Vamos renovado con una apertura al centro que amplíe la base del gobierno. En clave ideológica, un polo socialcristiano.
- Aunque posible, es difícil imaginar a Evópoli completamente integrado al gobierno, dada la dureza con que varios de sus dirigentes han atacado a Kast. Su lugar podría estar junto con Amarillos y Demócratas, conformando un tercer polo liberal-progresista que complemente –o a veces tensione– al bloque de gobierno.
6. La unidad como condición de gobernabilidad. Ganar la presidencial y la parlamentaria no bastará. La derecha deberá construir una coalición de gobierno amplia, algo ajeno a su cultura política y contrario a su inercia competitiva.
- Sin exagerar los costos del inevitable enfrentamiento electoral, las candidaturas opositoras tienen la responsabilidad de entender que las condiciones de gobernabilidad se forjan desde ahora. La beligerancia excesiva, lejos de entusiasmar al electorado, se percibe como un gesto egoísta y miope frente a un momento histórico que exige unidad, altura de miras y sentido patriótico.
Columna publicada en Ex Ante