Alemania en la encrucijada

La bochornosa imagen que muestra a Donald Trump sentado con el presidente de Ucrania en la Sala Oval de la Casa Blanca en Washington ilustra con elocuencia el lugar de irrelevancia al cual ha quedado relegada Europa. Siendo Alemania el país más relevante de la zona europea, el “decrecimiento” de Europa también le es extensivo. Por lo mismo, los desafíos que se le vienen a Alemania en esta etapa de transición son dobles: no sólo deberá hacer frente a las crisis internas, sino que además tendrá que asumir un rol de liderazgo en una Europa asediada, por un lado, por la autocracia rusa y, por otro, por un Estados Unidos que no rechista en echar por la borda las alianzas y los valores transatlánticos. ¿Cuáles son las crisis que deberá enfrentar Alemania en un nuevo gobierno liderado por Friedrich Merz?
Primero, la crisis política. Además de los errores de la coalición “semáforo”, sus disputas y el inmovilismo, el país se encuentra en un estado de polarización como no se veía hace décadas. Una de las cuestiones medulares que explican la crispación social es la tensión por la migración extraeuropea, problemática que ha seguido sin visos de control desde la época Merkel. Los cinco atentados que han cobraron la vida de adultos e infantes en los últimos nueve meses polarizaron el ambiente durante la campaña electoral, con un partido de extrema derecha (AfD) exigiendo medidas cada vez más radicales contra la migración y con una votación impensada que se empinó sobre el 20%. Esto acompañado por el surgimiento del partido de extrema izquierda (BSW), que combina una política social anticapitalista con un reclamo antimigratorio y una retórica antioccidental que avala las agresiones neoimperialistas de Rusia, coincidiendo al menos en estos dos últimos puntos con el partido de extrema derecha.
En un segundo flanco, la economía alemana ha comenzado a mostrar signos de debilidad, sumando ya dos años de recesión. Esto obedece a la pérdida de competitividad, de innovación y de adaptación de la economía germana en un contexto de concurrencia global que tiene a China como ganador, especialmente en la electromovilidad e inteligencia artificial. Con una alta capacidad ociosa en las plantas industriales de Volkswagen y otros, ya se anunciaron despidos masivos, lo que incrementará el desempleo.
En tercer lugar, se vislumbra la debilidad geopolítica de Alemania. El ímpetu neoimperialista de Rusia choca con la idea occidental de un mundo guiado por reglas, la democracia liberal y la protección de los derechos humanos. Esta concepción de un mundo pacificado y guiado por el humanitarismo y el mercado, parecida a la idea del fin de la historia de Fukuyama, conlleva el riesgo de convertirse en un mantra que impide ver la amenaza fáctica en que se ha convertido Rusia para Europa y que ahora es relativizada por los Estados Unidos. Una negociación de paz con Rusia guiada por la ingenuidad podría ser leída como invitación para que el país euro-asiático lance la siguiente invasión sobre alguna región europea. Los tiempos han cambiado y la nueva realidad geopolítica, que tiene a las democracias liberales contra las cuerdas, exige de Alemania un nuevo liderazgo regional que sea más que el pálido rol que ejerció el canciller saliente (Scholz) en su momento.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso