Amiga, date cuenta

“Amiga, date cuenta”, es un consejo muy popular en redes sociales, a través del cual se busca ayudar a alguien en una relación tóxica o que no se está dando cuenta de algo grave que todo el resto percibe y que aún está a tiempo de cambiar.
En una situación similar se encuentran los partidos políticos, indispensables para nuestra democracia pero sujetos a una gran desconfianza. El 79% votó para que la eventual nueva Constitución no sea redactada por parlamentarios, el 94% de nuestra región tiene “nada o poca confianza” en el Congreso y el 85% asocia a los partidos a corrupción (Encuesta P!ensa 2020).
¿Pueden los partidos, sujetos a esta “camotera” social, liderar la redacción de la eventual nueva Constitución?
Los partidos tienen un rol insustituible en nuestra democracia. Son el vínculo entre la ciudadanía y el Estado y, cuando están institucionalizados, expresan de modo consistente las preferencias de las personas, agregando y traduciendo las demandas sociales en programas de gobierno. La salud de nuestra economía y la posibilidad de retomar el progreso tiene que ver con la estabilidad de nuestras instituciones y de nuestro sistema de partidos, antídoto contra el caudillismo.
Si los partidos no cambian se volverán irrelevantes y pondrán en entredicho nuestra democracia.
En primer lugar, deben dejar de ser obsecuentes con la violencia política. Hace pocos días la Cámara de Diputados rechazó –con los votos del FA, PC, PS, algunos PPD y Ossandón (RN)- un proyecto que exigía a los partidos renunciar expresamente al uso, propugnación o incitación a la violencia. A su vez, muchos han sido ambiguos cuando ella daña al Gobierno. Se están disparando en los pies, al no apostar por la resolución pacífica de nuestras controversias, base de la democracia y del sistema de partidos.
En segundo término, deben aprovechar la oportunidad del debate constitucional para oxigenarse. Además de bajar las barreras de entrada para los independientes, deben abrir sus pactos para que ciudadanos que suscriben sus visiones pero que no militan puedan competir, renovando sus cuadros y dando nueva vida al escenario político.
En tercer lugar, internet y las redes sociales han puesto en entredicho la necesidad de intermediación de los partidos. Hoy la ciudadanía más que ser escuchada reclama ser co-partícipe de la solución de los problemas públicos y los partidos, resistiendo la tentación de instrumentalizar a las organizaciones de la sociedad civil que tienen sus fines propios, deben replantearse para poder cumplir con ese propósito.
En cuarto término, deben combatir la creciente demagogia que ha transformado nuestra política en un concurso de simpatías, repleta de ofrecedores de imposibles afanados en su reelección y el momento presente, sin mayor preocupación por el futuro. Si la política es replicar la supuesta opinión mayoritaría que se expresa en encuestas, mejor cambiemos a nuestros parlamentarios por computadores que harán esa tarea de modo más eficiente.
Finalmente, deben hacer realidad el mantra de tolerancia cero a la corrupción. El 85% de nuestra región percibe que en Chile ésta es alta o muy alta y es el quinto principal problema a solucionar por el Gobierno (Encuesta P!ensa 2020). Este 9 de diciembre es el día internacional contra la corrupción, el que podría ser aprovechado para promover una ley de tolerancia cero, inhabilitando perpetuamente a los militantes que participen en actores reñidos con la probidad.
Los partidos políticos son importantes para el proceso constituyente y los chilenos siguen creyendo que la democracia es la mejor forma de gobierno. Por ello, tienen que darse cuenta que deben cambiar, siendo irreductibles en la condena a la violencia, oxigenando sus cuadros, ayudando a la sociedad civil a participar de la solución de los problemas públicos, combatiendo la demagogia y teniendo tolerancia cero a la corrupción. Junto con esto, pueden recuperar su prestigio a través de la moderación y la consecución de acuerdos transversales. Las constituciones frutos de acuerdos hacen más posibles la alternancia en el poder, la protección de los derechos de las minorías y la inexistencia un partido hegemónico.
Si quieren seguir siendo relevantes ¡dense cuenta!
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso