Ciudades inseguras

Prácticamente todas las encuestan muestran que la mayor preocupación de los chilenos es la delincuencia. La verdad es que este dato no es tan novedoso si tomamos en consideración que la seguridad y el orden público han sido históricamente demandas de primer orden. El punto es que, a diferencia de otros años, esta necesidad ahora viene acompañada de un fenómeno que se ha extendido en tiempo récord con una intensidad pocas veces vista: el miedo.
La crisis de seguridad que enfrenta el país -y que ya ha sido catalogada por autoridades de distinto color político como la más grave de los últimos 30 años- es por sobre todo una crisis de miedo. Son diversas las causas que han llevado a la histeria colectiva. En primer lugar, es evidente que el aumento de delitos de mayor peligrosidad ha jugado un rol clave. A modo ejemplar, y según cifras de carabineros, el año 2022 los homicidios aumentaron
un 43% en comparación con el año anterior. A ello se suma que hemos sido testigos de delitos cada vez más ajenos a nuestra cultura cívica – como los secuestros- y que se asocian a la presencia del crimen organizado.
Con todo, sería un error considerar que este problema solo debe ser enfrentado por las autoridades encargadas de velar por el orden público. Y es que, si miramos con mayor detalle, podemos percatarnos que hay otros factores que también contribuyen a este flagelo y que perfectamente pueden ser abordados por nuestras autoridades locales. De hecho, hace algunas semanas la ministra del interior, Carolina Tohá, se refirió a la sensación de descontrol del espacio público como uno de los factores que incide en los índices de inseguridad, puesto que esta entrega una señal de que no hay autoridad ni reglas claras. En sus palabras: “una sensación de que el más pillo la lleva y no tiene consecuencias”.
En este contexto, la última Encuesta de Calidad de Vida de Fundación P!ensa nos da algunas luces sobre esta dimensión, puesto que revela algunos espacios donde la percepción de inseguridad aumenta drásticamente, como es el caso de los metros o los terminales de buses. Estamos hablando de lugares que no necesariamente son el escenario de los delitos más violentos, pero donde sí es usual la presencia de comercio ambulante, rayados y basura a sus alrededores. El caso del rodoviario de Viña del Mar es particularmente complejo. Y es que, si bien el año 2021 un 31% de los viñamarinos se sentía seguro en esa zona, dicha cifra hoy es de apenas un 17%, la más baja en la serie histórica de nuestras mediciones. Estaremos de acuerdo en que, para una ciudad cuya principal fuente de ingreso en estas fechas proviene del turismo, ese número es derechamente vergonzoso.
A grandes rasgos, la percepción de seguridad que tienen las personas en su ciudad ha bajado a nivel regional, particularmente en las comunas de Quillota, San Felipe y Concón, que presentan una disminución superior a 15 puntos. Sin embargo, cabe resaltar la comuna de Los Andes, la única donde curiosamente la percepción de seguridad aumentó de manera significativa tanto en la ciudad como en el terminal de buses. De hecho, el año pasado un 28% de andinos se sentía seguro en su ciudad, mientras que hoy son un 43%.
En definitiva, los resultados de nuestra encuesta son coincidentes con otros indicadores y debiesen levantar una señal de alerta para que desde los municipios se coordinen medidas que permitan a los ciudadanos transitar por espacios que les generen mayor seguridad. El caso de Los Andes parece mostrarnos que sí es posible.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso