Crisis de convivencia escolar: Un desafío urgente

Hace algunos días se encendieron las alertas por las recientes denuncias de agresiones a profesores en las escuelas de nuestra región. Estos incidentes parecieran ser cada vez más recurrentes y descarados, terminando en ocasiones en golpes en plena vía pública, según relatan los propios docentes.
Lamentablemente, este tipo de situaciones no deberían sorprendernos, ya que el número de denuncias a la Superintendencia de Educación sigue en aumento, alcanzando un total de 1.976 durante todo 2023 (un 10,1% más que en 2022). De este total, que ya ha superado los crecientes niveles que se observaban antes de la pandemia, el 76,8% corresponden a denuncias en el ámbito de la convivencia escolar. Es más, aunque las denuncias por maltrato de parte de apoderados a educadores representan solo una pequeña porción, estas crecieron un 66,7% el año pasado, en comparación con 2022.
Estas cifras revelan una realidad profundamente alarmante, que evidencia la pérdida del respeto y el buen trato en un contexto donde, hasta hace no mucho tiempo, diversas figuras políticas defendían la violencia, en cualquiera de sus formas, como un medio legítimo para resolver nuestras diferencias. Un claro ejemplo de ello es el reciente llamado del presidente Boric durante el lanzamiento del Plan de Política Nacional de Niñez y Adolescencia para los próximos años, donde instó a los niños y jóvenes a actuar con “rebeldía”. Lo que muestra una vez más la fuerte desconexión de nuestros líderes con lo que viven miles de niños y jóvenes en nuestra región.
Sin lugar a dudas, los desafíos que presenta la educación contemporánea nos exigen respuestas urgentes. La disponibilidad de información y herramientas digitales, como la inteligencia artificial, demandan nuevas estrategias y metodologías por parte de los docentes para captar la atención y motivación de los estudiantes. No obstante, las soluciones a estos retos deben ser producto de un esfuerzo colaborativo de toda la comunidad educativa. Romantizar una posible emancipación temprana de los más jóvenes no sería más que dejarlos, una vez más, a su propia suerte.
Quienes hemos trabajado por la infancia sabemos el impacto que tienen las palabras en los niños y niñas. Una frase poco constructiva puede influir profundamente en su desarrollo emocional y mental. Por esto, la incitación del presidente es, al menos, poco cuidadosa. En lugar de fomentar en los más jóvenes una voz conciliadora, valiente y propositiva, los impulsa equivocadamente a sentirse alienados y distanciados de sus pares, padres y profesores, como si la educación no requiriera del diálogo y colaboración de todos y cada uno de quienes la componen.
Este tipo de señales, junto con las dudas existentes sobre el desempeño de los nuevos Servicios Locales de Educación Pública (SLEP), nos desvían del verdadero objetivo y ponen en tela de juicio la capacidad de las autoridades e instituciones para enfrentar la crisis de convivencia que hoy afecta a cientos de establecimientos en nuestras regiones.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso