Cuando el orden de los factores sí altera el producto

Cuando el orden de los factores sí altera el producto

El camino de descentralización que comenzamos a implementar desde hace algunos años no está exento de desafíos. Bien sabemos que estos procesos no siempre desencadenan desarrollo territorial, por lo que se requiere de mucha reflexión, análisis y evaluación a la hora de promoverlos.
Al respecto, quizás uno de los aspectos más criticados por académicos y expertos dice relación con la estructura seguida.
Y es que, en el caso de la descentralización, el orden de los factores sí altera el producto.

En este marco, en reiteradas ocasiones se ha sugerido que un proceso de traspaso de competencias sin recursos asociados bien puede devenir en más crisis (por las expectativas incumplidas e inequidad territorial) y en mayor inequidad territorial (en cuanto el traspaso sería efectivo solo en territorios con altas capacidades ya instaladas y con recursos suficientes). Un ejemplo de esto se acaba de vivir en la Región de Valparaíso, donde tres de las cinco competencias que buscaban transferirse al nivel subnacional fueron rechazadas por el Gobierno Regional. El argumento es tan práctico como comprensible: ¿cómo asumir nuevas responsabilidades frente a la ciudadanía sin contar con recursos y capacidades asociadas?
Por lo anterior, se vuelve imperioso repensar el proceso de descentralización que seguiremos viviendo, buscando apostar por la integridad y la eficiencia; pues si esto es lo que buscamos, deberemos reflexionar necesariamente sobre un proceso de descentralización fiscal serio y responsable.

Este último punto es bastante más complejo y sofisticado de lo que usualmente se plantea. Hablar de descentralización en las finanzas no es solo hablar de mayores transferencias y del bajo porcentaje de gasto subnacional. Es bastante más que eso.
Implica, al menos, reflexionar sobre cómo compatibilizar el orden fiscal -que nos caracterizó por mucho tiempo- con la autonomía y la flexibilidad necesarias en el desarrollo local.
Significa también promover una discusión seria sobre la necesaria evaluación de los programas actuales. Hablar de descentralización fiscal supone, por cierto, reflexionar sobre cómo lograr mayor transparencia y participación ciudadana en los gobiernos comunales y regionales.
Uno de los grandes problemas sobre el debate de descentralización es el simplismo y reduccionismo que le rodea, mirada que por momentos resulta comprensible. Al hablar de cesión de poder, competencias y recursos son demasiados los supuestos, los valores y los intereses que se tocan. Resulta muy fácil atrincherarse y evitar el cambio (o promoverlo irresponsablemente).

Sin embargo, si vamos al fondo, advertiremos que este no se trata de un debate entre regionalistas y centralistas, sino más bien de preocupaciones legítimas (todas) que deben ser abordadas con altura de miras.

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso