La democracia y el miedo

La democracia y el miedo

Judith Shklar propone la idea de que el liberalismo en su base tiene que evitar que prime el miedo y la crueldad en la comunidad política. La principal razón de este desarrollo proviene de que, si los individuos o grupos pertenecientes a la sociedad están bajo amenaza por otros o por entidades estatales, entonces su actuar estaría limitado, por lo que no serían libres. La relación que la autora plantea entre el miedo y la libertad es una que se ha desarrollado durante toda la historia del liberalismo, como muestra Alan Kahan en su libro “Freedom from Fear”.

El liberalismo, mirado bajo este prisma, siempre es una respuesta a uno o más miedos presentes en la sociedad. Este temor puede ser el provocado por la intervención estatal desmedida -o su poca intervención-, la poca separación de poderes, la inseguridad, la desigualdad social, la tiranía de la mayoría, el totalitarismo y/o la denigración del imperio de la ley. Acorde a la ponderación que uno le entregue a cada peligro -o sea, dependiendo a qué uno le tema más- las salvaguardas irán por uno u otro camino. Justamente, la idea central del liberalismo y una de las justificaciones para defender la democracia es que solo bajo este sistema se podría asegurar la vida sin miedo y, por tanto, la libertad.

No hay que viajar muy lejos ni retroceder mucho en el tiempo para darnos cuenta de esto. La realidad venezolana, las dictaduras del pasado y los regímenes autocráticos son muestras de cómo la vida bajo el temor y la crueldad destruyen las bases de la libertad. Al mismo tiempo, estos regímenes usan el miedo como una herramienta para justificar el ataque a sus rivales políticos y, de esa forma, fundamentar el control del Estado sobre la vida de las personas. Esta idea también nos permite definir las ideologías iliberales, puesto que estas defienden la afirmación de que hay individuos y/o grupos dentro de la comunidad política que deberían sentir miedo por cuestiones ideológicas, étnicas u otras. Es decir, la justificación se basaría en cuestiones arbitrarias como el lugar de origen, etnia o posición política del individuo.

Iris Murdoch plantea que “siempre es una cuestión pertinente preguntarse acerca de un filósofo: ¿a qué le teme?”. Me parece que esta pregunta también es pertinente hacerla sobre el resto de nosotros. La respuesta a estos temores nos puede llevar a distintos caminos que incluso pueden poner en riesgo la libertad y la democracia. Evitar responder al miedo generando nuevos temores de los cuales quizás no podamos escapar es esencial para la supervivencia del régimen democrático liberal.

 


Columna publicada en La Segunda