La derecha y su camino hacia la gobernabilidad

La inscripción de los pactos y candidaturas parlamentarias nos permite prefigurar, tanto cualitativa como cuantitativamente, la composición del próximo Congreso. Y, con ello, delinear desde ya el principal desafío del futuro Presidente: asegurar gobernabilidad para sacar a Chile del declive.
Si gobernar se ha vuelto más difícil en todo el mundo —polarización, cortoplacismo, insatisfacción permanente— en Chile esa dificultad se ha multiplicado por dos razones: la decadencia de la clase política y el cambio al sistema binominal, que trajeron desinterés por el bien común, fragmentación y parálisis.
Para un eventual gobierno de derecha, el escenario será aún más complejo. No solo por la débil cultura de alianzas del sector, sino porque una parte relevante de la izquierda no le reconoce legitimidad para gobernar y ha sido desleal con nuestra democracia y orden legal, como se demostró en la crisis de octubre de 2019.
Hoy abundan señales de que los destellos de moderación y republicanismo del oficialismo son expresión de pragmatismo y no de convicción. Su candidata presidencial es comunista, lo que anticipa que el eje gravitacional de ese sector seguirá siendo la radicalidad.
La franja de las primarias evidenció que el Frente Amplio mantiene intacta su mirada maniquea de la política. Y la inscripción de figuras como Daniel Jadue, Elisa Loncón y Jaime Bassa confirma que su proyecto sigue siendo el refundacional de la fracasada Convención Constitucional.
En este contexto, la derecha enfrenta tres desafíos fundamentales.
El primero es lograr mayoría parlamentaria. Las encuestas muestran hoy una oportunidad inédita para alcanzarla, lo que resulta especialmente necesario porque la izquierda difícilmente tendrá disposición para lograr buenos acuerdos. Si bien se habló mucho de que la mejor manera de conseguirlo era con una lista única, aquello era más una ilusión que una estrategia viable.
Existían vetos cruzados insalvables: Evópoli no estaba dispuesto a integrar una lista con Nacional Libertarios, y viceversa. Lo realista era, como ocurrió, que Republicanos agrupara todo lo que estuviera a la derecha de Chile Vamos, quienes a su vez debían unir lo que estuviera hacia el centro para, en conjunto, abarcar el espectro político detrás del Rechazo y evitar una tercera lista.
La exclusión de Amarillos de la lista de Chile Vamos impidió lograr plenamente ese objetivo y la falta de pactos por omisión en Tarapacá y Atacama (dos de las cuatro circunscripciones senatoriales que reparten dos escaños) es una mala noticia, pues ahí se arriesga un doblaje de la izquierda y, consecuentemente, la mayoría en el Senado.
El caso del Partido de la Gente es distinto: aunque hoy su lista propia afecta el resultado de la oposición, en el largo plazo es positivo cerrarle la puerta al populismo, especialmente considerando la alianza entre Franco Parisi y Pamela Jiles.
Desde la perspectiva de los electores, una sola lista reducía demasiado la oferta en una derecha cada vez más diversa, con el riesgo de perder votos en distritos pequeños donde es difícil, por ejemplo, que un demócrata vote por un socialcristano o viceversa: la realidad es invencible y la ingeniería electoral tiene límites.
En cambio, dos listas duplican el número de candidatos en campaña y permiten que los electores tengan opciones más a su medida. Además, que el oficialismo haya terminado dividido en dos listas, más allá de reflejar la debilidad del gobierno y su candidata presidencial, que promovieron la lista única, disminuye el riesgo de una distribución ineficiente de escaños en función de los votos, ya que el sistema tiende a premiar a la lista más votada.
El segundo desafío es comprender que la gobernabilidad no se juega únicamente en el Congreso. El Ejecutivo conserva márgenes de acción más allá de la creación de leyes, y la izquierda, incluso en minoría parlamentaria, puede impulsar la desestabilización mediante “otras formas de lucha”. Frente a ello, la derecha deberá combinar inteligencia práctica para anticipar conflictos con la firmeza necesaria para hacer respetar el Estado de Derecho. El ejemplo de Patricia Bullrich enfrentando a los piqueteros en Argentina es ilustrativo. En esto, un eventual gobierno de derecha debe apoyarse en el ánimo social predominante, que demanda seguridad, progreso y tranquilidad.
El tercer desafío, y quizá en el que se puede avanzar más desde ahora, es construir una verdadera cultura de alianzas y proyectar una coalición de gobierno amplia. La inevitable disputa entre sus dos polos debe afrontarse con responsabilidad histórica: ante la amenaza de un gobierno comunista, las diferencias palidecen frente a las coincidencias en los temas esenciales.
Para ello, el cuidado de las formas y el pragmatismo son claves: privilegiar el contraste sobre la confrontación, y diseñar desde hoy un gobierno con la base parlamentaria lo más amplia posible, capaz de representar a esa mayoría que ayer estuvo por el Rechazo y que hoy clama por una restauración del orden.
La derecha tiene una oportunidad histórica. No basta con ganar la elección: debe construir desde hoy las condiciones de gobernabilidad que permitan encauzar a Chile nuevamente hacia el progreso.
Columna publicada en Ex Ante