La “derechita cobarde”

La “derechita cobarde”

“¿Por qué tienen tanto problema en la derecha para decir que Chadwick hizo algo equivocado?”, preguntaba hace algunas semanas un reconocido periodista a la presidenta de un partido del sector. Antes ya se lo había mencionado—tácitamente—al mandamás de otra tienda del bloque y a un senador en ejercicio. La interrogante persistía y, por cierto, estaba lejos de agotarse en las situaciones que rodeaban al ex Ministro del Interior (y que aún no terminan de complejizarse).

En distintas oportunidades hemos visto cómo las autoridades se niegan a calificar de inaceptables o inadecuados los comportamientos de sus camaradas. Usualmente esperan que “hable la justicia”, renunciando a establecer estándares éticos y políticos adecuados en cada caso. Pero el problema es que a veces la justicia no habla y, en ocasiones, no tiene por qué hacerlo. Aún así, predominan las defensas corporativas, la ausencia de cuestionamientos y la propensión a insistir en el status quo.

Como anécdota personal, recuerdo que hace algunos años atrás un actual candidato nos comentaba lo que era posible lograr “con obediencia”, haciendo alarde de los cargos y posiciones que había conseguido en su incipiente carrera. Y es que, a su juicio, lo importante era estar pacientemente allí y hacer lo que se esperaba de él, pues “el pago ya vendría”. ¿Qué se puede decir después de eso? ¿Cómo convocar, discutir y cocrear un proyecto político apasionante desde el sometimiento?

Con todo, no queda más que concluir que la “derechita cobarde” pareciera existir en Chile, pero no se encuentra necesariamente en quienes han refutado los principios imperantes en el sector por los últimos 40 años, sino más bien en quienes han renunciado al valiente ejercicio de pensar y cuestionar(se). En aquellos que deciden someterse a la minuta de turno y vociferar, que a fin de cuentas es lo mismo que callar. Porque las lealtades en política—y en cualquier otra esfera—son importantes, pero pierden su valor cuando se tergiversan en pos del inmovilismo y la evasión. En definitiva, y a diferencia de lo que muchos pregonan, la derecha valiente no necesariamente es la más dura con el adversario, sino más bien la más dura consigo misma… pues eso es lo verdaderamente difícil.

Si hoy el sector no tiene un proyecto que ofrecer es, en parte, debido a la cobardía. Esa misma cobardía que se encuentra presente en quienes ponen los intereses electorales por sobre los políticos. Ese grupo “obediente” y apegado a la minuta, que siempre termina optando por hacer lo conveniente en vez de lo correcto.

 


Columna publicada en La Segunda