Para los triunfadores

Para los triunfadores

En sus primeras declaraciones como gobernador reelecto, Rodrigo Mundaca dejaba ver su estilo con un mensaje tan duro como polarizante: “Aquí, en esta región, pierde la UDI, pero pierde la candidata presidencial de la UDI. Porque aquí esa es la que pierde, esos son los que pierden”, sostenía el mandamás regional. Sin hilar muy fino, esta frase sirve bastante para comprender algunos de los elementos que explican nuestros problemas.

Chile es un país centralizado, pero, además, profundamente concentrado en términos territoriales. Estas terminologías pueden parecer similares, pero lo cierto es que tienen diferencias sustanciales. Usualmente el término descentralización captura elementos propios de la administración del Estado, enfocados en la necesidad de autoridades locales con amplias atribuciones y recursos para empujar políticas acordes a las necesidades locales. Sin embargo, el desarrollo regional no solo está supeditado a esta arista administrativa, sino que también a dimensiones culturales que requieren impulsos legislativos, pero, sobre todo, cambios de mentalidad y conductas en nuestras autoridades y ciudadanos. Pensemos, por ejemplo, en la concentración del poder económico en pocas cuadras de la capital o en la evidente fuga de talento que existe en regiones. Ninguno de estos elementos se solucionará con la sola administración del Estado, por más descentralizada que esté.

La particularidad de la elección de gobernadores regionales es que poseía algo así como una doble finalidad. Por un lado, se trataba de un importante cambio para otorgar legitimidad a las unidades locales de la administración pública, pero, por el otro lado, también se trataba de una iniciativa que buscaba desconcentrar el poder (en amplio sentido), impulsando elites locales que hiciesen frente a la fuerza centrípeta de la capital.  

En la práctica, esto último no se ha cumplido por lo menos por dos razones. Primero, por la poca seriedad y valoración que ha tenido la figura del gobernador en los partidos políticos. Existe una baja estimación del cargo que contrasta con el verdadero capital político del cargo. Más allá de las atribuciones difusas que hoy tienen (tema de centralización), sigue siendo la figura más votada después del presidente de la república. Solo en la región de Santiago, el candidato perdedor acumuló cerca de 2 millones de votos, lo que representa más de 100 veces la cantidad de preferencias de algunos senadores en ejercicio y hasta 400 veces las de algunos diputados. Pese al enorme caudal de votos que se disputa, los partidos siguen demostrando que ven el desafío de forma poco seria, lo que en el reciente proceso se manifestó en candidatos designados a última hora y con dudosas aspiraciones. 

Pero otro motivo que también podría explicar el fracaso de la elección como mecanismo de desconcentración se relaciona con incumbentes que no han aprovechado su oportunidad. Acá no hablamos del hecho de que, salvo el mandamás de Magallanes, ninguno haya pedido competencias en la primera ventana posible; ni tampoco de los casos en que las autoridades rechazaron las competencias transferidas de oficio. Todo eso es muy reprochable, pero pertenece al ámbito de la descentralización. De lo que hablamos es del nulo intento de generar una fuerza política que pueda hacerle frente a Santiago. Y aquí las declaraciones del gobernador Mundaca son un muy buen ejemplo. En vez de convocar y de aprovechar la instancia para ensanchar el capital político de la región, lo que hace con su narrativa es dividir, fragmentar y, a fin de cuentas, disminuir nuestro peso específico. Todo esto mientras, paradójicamente, su par de Santiago emitía sus primeras declaraciones desde un escenario lleno de alcaldes oficialistas, haciendo un llamado a sumarse a aquellos que no lo apoyaron en esta oportunidad. 

Es indudable que son muchos los caminos que nos llevan al desarrollo regional, pero creo que, como ciudadanos, nos corresponde exigir a nuestros máximos representantes que dejen de ostentar sus triunfos y más bien empiecen a sentir el peso de la enorme responsabilidad que se les dio. 

 


Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso