Popper y Berlin: Un antídoto al maximalismo en seguridad

En estos meses marcados por el avance del calendario electoral, hemos visto cómo los distintos candidatos han desplegado propuestas inéditas para diferenciarse de sus contendores, muchas veces desligadas de los diagnósticos y la evidencia. Esta tendencia, que sin duda se intensificará a medida que se acerquen las elecciones, se expresa con especial fuerza en materia de seguridad, donde se concentra gran parte de la inquietud ciudadana, tal como lo reflejan, una vez más, los resultados de la ENUSC 2024.
Frente a esta pulsión maximalista —que incluye propuestas como la idea de reinstaurar la pena de muerte y crear cárceles al estilo Bukele— conviene volver la mirada hacia autores como Karl Popper e Isaiah Berlin, cuyo pensamiento ofrece un antídoto frente a las promesas del reformismo radical. Desde la teoría, ambos cuestionaron las soluciones totalizantes y defendieron una concepción del cambio político más crítica, gradual y realista. Una visión que parte de comprender el Estado y sus instituciones como una arquitectura imperfecta, que debe revisarse, corregirse y fortalecerse sobre la base del conocimiento.
En este sentido, Popper plantea que el desafío central de la política no es quién gobierna, sino cómo estructurar instituciones sólidas, que funcionen incluso cuando el poder cae en manos equivocadas. Para ello, defiende una política basada en la responsabilidad, donde las decisiones respondan a problemas reales y no a visiones idealizadas. Tal como planteó en La sociedad libre y sus enemigos: “Debemos aprender a hacer las cosas lo mejor posible y a descubrir nuestros errores”, convencido de que solo a partir del aprendizaje gradual era posible lograr el progreso institucional.
Desde otra perspectiva, Berlin advirtió sobre el peligro de quienes prometen una redención total en nombre de una única visión del bien. Su advertencia sigue siendo vigente, especialmente cuando la política abandona el uso de la evidencia y termina sustituyendo reformas necesarias por diseños utópicos, que poco tienen que ver con las condiciones reales de la ciudadanía.
Estas ideas resultan especialmente pertinentes en el debate sobre seguridad local, donde proliferan propuestas que prometen soluciones inmediatas —como armar a funcionarios poco preparados— sin considerar si los municipios están utilizando adecuadamente las herramientas ya disponibles. En esa línea, el estudio Seguridad Local en Perspectiva, publicado por Fundación P!ensa, muestra que los problemas no radican tanto en la falta de atribuciones como en el uso deficiente de las capacidades existentes. En ese sentido, uno de los ejemplos más ilustrativos es el deficiente funcionamiento del Consejo Comunal de Seguridad Pública, que en muchos municipios no se convoca regularmente ni cuenta con la participación de las autoridades exigidas legalmente.
Estos hallazgos se alinean con las advertencias de Popper y Berlin, quienes insistieron en que el verdadero progreso no se alcanza mediante promesas redentoras, sino a través de reformas graduales, sustentadas en la experiencia acumulada y conscientes tanto de los límites como del valor de las instituciones existentes. Volver a usar el conocimiento para mejorar el Estado no significa resistirse al cambio, sino orientarlo con mayor seriedad y proyección. Es, en definitiva, priorizar la responsabilidad sobre el aplauso, y la mejora progresiva sobre la ilusión de empezar desde cero.
Columna publicada en El Observador