Soñando Valparaíso
Valparaíso enfrenta un declive que, lamentablemente, ya dejó de sorprendernos. Junto a una actividad portuaria disminuida, el deterioro comercial y el retroceso urbano han erosionado el tejido de la ciudad, provocando incluso que parte de la población migre hacia zonas más prósperas. Las soluciones tampoco parecen surgir con facilidad y los distintos ediles no han logrado cambiar el rumbo.
La evidencia comparada nos muestra que una clave para la recuperación está en fortalecer las ventajas competitivas en servicios. Otras ciudades de escala similar y con una herencia industrial o portuaria pueden iluminar el camino de Valparaíso. Urbes como Singapur, Bilbao, Liverpool, Gotemburgo y Medellín, han demostrado que, con la visión correcta, es posible transformar problemas en oportunidades de desarrollo.
Singapur es un buen punto de partida. La ciudad-estado diversificó su economía sin renegar de su herencia, enfocándose en combinar la actividad portuaria con servicios financieros y tecnológicos. Además, incrementó la probidad para mejorar la gobernanza y generar un ambiente de confianza que atrajo inversiones. Esto contrasta con la gestión del alcalde Sharp en Valparaíso, en cuyo período emigraron empresas de diversos sectores.
En líneas similares, Bilbao también ofrece lecciones valiosas. A pesar de la crisis económica por el declive industrial, su desarrollo se reorientó hacia la cultura. La construcción del Museo Guggenheim no solo revitalizó el paisaje urbano, sino que también atrajo turismo e inversión, convirtiéndose en un catalizador para la ciudad. Esta experiencia podría no ser lejana a la realidad porteña. Valparaíso es reconocido por sus coloridas casas, por su declaración de patrimonio de la humanidad y su particular cultura que alguna vez brilló a nivel nacional. Sin embargo, hoy deambula lejos de aquella figura, quedando solo postales de abandono y pobreza.
Para esta recuperación, la inversión en cultura a través de festivales internacionales es una estrategia probada. Tanto Liverpool como Gotemburgo supieron impulsar su desarrollo convirtiéndose en capitales culturales y creando festivales de cine y música que atrajeron al turismo internacional y generaron ingresos para la ciudad.
No obstante, sin un ambiente seguro, la inversión no podrá catalizar el desarrollo local. Ninguna ventaja competitiva puede ser capitalizada si no se provee la labor más esencial del estado. Por ello, la ciudad puerto necesita revertir el alza del comercio ilegal, recuperando espacios como los alrededores del Congreso y el Barrio Puerto, logrando que sus barrios vuelvan a ser habitados y dejando atrás la inseguridad y la vacancia comercial y habitacional. Para esto es fundamental una buena gobernanza y la generación de acuerdos transversales entre los distintos grupos de interés que conviven en la ciudad, tal como sucedió en Medellín y Nueva York, entre otras.
En síntesis, se requieren cambios de paradigma para que Valparaíso se recupere. Como lo demuestra la evidencia, las ciudades más prósperas no son aquellas centradas únicamente en la actividad industrial, sino en la provisión de servicios y calidad de vida. La buena noticia es que la comuna cuenta con ventajas naturales e históricas, como sus universidades de renombre, su paisaje y su cultura. Sin embargo, necesita de una planificación urbana y económica que sepan aprovechar estos recursos para recuperar el lugar que alguna vez ocupó en la historia.
Ojalá que la nueva administración despierte del letargo que ha golpeado a la ciudad por décadas y logre cambiar su rumbo, pues el sueño de recuperar la otrora Joya del Pacífico es posible.
Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso