Transporte: Un poco de autocrítica

En una reciente entrevista, el subsecretario de Transporte, Jorge Daza, profundiza en un par de muy buenas noticias para el transporte de nuestra región. En sus últimos meses de administración, la cartera ha anunciado nuevos buses nocturnos entre El Puerto y Peñablanca, además de recaudadores electrónicos en distintas comunas del Gran Valparaíso (en específico, Viña del Mar, Valparaíso, Concón, Quilpué, Villa Alemana, Quinteros y Puchuncaví). Por un lado, el servicio que operará en las noches vendrá a dar respuesta a una de las principales dificultades de la zona, que lamentablemente se caracterizaba por la mala frecuencia y la baja calidad. Y por el otro, la eliminación del dinero en las micros no solo impactaría en las facilidades de pago y en la posible integración—algo aún bastante lejano—, sino que también en una serie de otras consecuencias negativas, como las usuales carreras para ganar pasajeros. Sin duda que se trata de iniciativas positivas, que se suman a los 44 nuevos buses eléctricos operados por Trolebuses.
El problema, sin embargo, es que con estos anuncios positivos el subsecretario sugiere una positiva gestión de su cartera en la zona, con un tono de conformidad que, al menos, resulta sorpresivo.
Hace solo un año atrás la movilidad y conectividad era la segunda dimensión peor evaluada de nuestra región en la encuesta de calidad de vida de P!ensa—ejecutada sin interrupciones desde 2014—, en un resultado que solo ha empeorado desde la llegada de la actual administración. ¿Estamos verdaderamente conscientes de estos resultados? ¿Hemos realizado el esfuerzo de comprender por qué pasa esto?
Como se ha advertido en muy diversas ocasiones, las encuestas muestran que la gente de la zona se siente insegura en el metro, en los paraderos de micro, en el rodoviario y en los taxis y colectivos. Relacionado con esto último, el gobierno anunció que los tramos nocturnos tendrían botones de pánico y cámaras de seguridad, lo que ciertamente debemos celebrar. Pero las sensaciones de peligro no solo se asocian a eventuales delitos que puedan ser cometidos al interior del transporte, sino que a una serie de otras variables en las que también se espera una articulación entre el ministerio y las autoridades locales. No se necesitan muchas encuestas para darnos cuenta que nuestros paraderos suelen estar vandalizados, las micros en mal estado y con una serie de servicios evidentemente piratas. Estos son solo ejemplos de los desafíos diarios de los pasajeros, quienes con mucha razón exigen cierta urgencia en la solución de estas problemáticas.
Es cierto que esto viene arrastrándose desde hace ya algún tiempo, pero también es sensato exigir a esta administración algo más de autocrítica. En ciudades como Viña del Mar, la seguridad en el metro ha disminuido a la mitad desde el 2022. Lo mismo pasa con los paraderos en Concón, Quilpué o San Antonio.
En la actualidad, solo el 20% de los encuestados a nivel regional evalúa positivamente la calidad del transporte y solo el 18% la disponibilidad de paraderos. Además, ambos bajan respecto de hace 3 años.
Los hitos anunciados por el subsecretario de Transporte deben ser valorados y celebrados, pero eso no implica prescindir del mínimo de autocrítica esperable. Las percepciones sobre el transporte han ido retrocediendo estos últimos años y ninguno de los anuncios se ha visto reflejado—todavía—en una mejor calidad de vida para los habitantes de la región.
Columna publicada en El Observador