Vida y trabajo

Vida y trabajo

El trabajo es probablemente una de las actividades más importantes para el desarrollo de la persona, pues la falta de este (como muestra el reporte de felicidad mundial) tiene efectos negativos en nuestra salud mental y física. Pero también importa la calidad del trabajo, dado que poseer buenas condiciones laborales es fundamental para el desarrollo de la vida social (y en consecuencia la política), entrega estabilidad económica y crecimiento individual.

La nueva edición de la encuesta de Calidad de Vida de la Fundación P!ensa nos permite medir cómo están las condiciones laborales y el bienestar individual en la región. Al respecto, los resultados son diversos. Por una parte, deberíamos alegrarnos puesto que, a pesar de que la tasa de ocupación es solo del 54% a nivel regional con un 5% de cesantía, las personas tienden a percibir bien su trabajo. Así, un 64% considera que recibe ingresos acordes al mercado, un 73% de las personas cree que su trabajo le permite tener tiempo libre para realizar otras actividades y un 76% declara que su trabajo es estable y con buenas condiciones de seguridad. Sin embargo, por otra parte, la encuesta también ofrece información preocupante. En términos de ingresos, a un 78% de las familias les alcanza para llegar a fin de mes, pero solo un 11% puede ahorrar. Por lo tanto, 9 de cada 10 encuestados no puede ahorrar nada de dinero o lo logra con dificultades. Esto representa una situación de precariedad en la que basta un pequeño imprevisto para no llegar a fin de mes. Asimismo, esta precariedad se refleja en la percepción de las personas de la situación económica (solo el 35% está satisfecho con su situación) como también en una caída significativa—por primera vez—en todos los indicadores de satisfacción con la vida.

Incluso, la relación entre ingresos y bienestar es tal que, del total de personas que se declaran insatisfechas con su vida, la mitad reconoce que sus recursos no les alcanza o tienen que endeudarse. Este patrón se repite también en los grupos insatisfechos con su salud física y mental, quienes también son más propensos a declarar una mala situación económica.

Bien sabemos que el gobierno central cumple un rol esencial en la búsqueda de soluciones a las dificultades financieras que enfrentan los ciudadanos. Sobre todo cuando hablamos del control de la inflación que aumenta el costo de vida y dificulta aún más el día a día de los chilenos. Sin embargo, esto no exculpa a nuestras autoridades regionales, que todavía no presentan un plan de desarrollo regional integral, tarea fundamental para reactivar la economía local y así mejorar la situación de los ciudadanos.

El fracaso no puede ser una opción cuando se habla del bienestar de las personas. Si el declive se vuelve una realidad constante, el riesgo es tener ciudadanos descontentos, con un sueldo insuficiente para llegar a fin de mes, cansados física y mentalmente. En ese escenario, es comprensible la búsqueda de salidas poco sostenibles, lideradas por actores que conecten con ese cansancio y prometan el cielo. No olvidemos que el bienestar de la democracia depende de que sus ciudadanos puedan desarrollar su vida social y política. Para ello, el trabajo y un sueldo que permita llegar bien a fin de mes es fundamental.

Columna publicada en El Mercurio de Valparaíso